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El gallo de Morón

Se cuenta una historia que acaeció a principios del Siglo XVI en la localidad sevillana de Morón de la Frontera. Los vecinos de entonces se enzarzaban en reyertas, riñas y disputas que alcanzaban estados deplorables en la relación de unos con otros. Las cosas fueron tan a mayores que la Cancillería de Granada debió remediarlo enviando un juez que pusiera  orden. No fue uno cualquiera. Eligieron al más chulo.

El hombre se presentó en la villa, recorriendo calles y plazas, mostrándose como lo que era y haciendo ostentaciones al grito de “Donde canta este gallo no canta otro”. Los ciudadanos se fueron paulatinamente hartando. Hasta tal punto que determinaron unirse y hacer un frente común contra el individuo. Un día le cogieron, le desnudaron y terminaron por apalearle. A raíz del suceso surgió un refrán conocido: “Se quedó como el gallo de Morón sin plumas y cacareando”. En esta localidad hoy recuerdan el hecho con un enorme gallo que se alza en una rotonda.

No sé la causa pero ayer cuando entré en el Ruiz de Lopera recordé esa historia. Se enfrentaban dos gallos que aspiraban a dominar el corral. La Real conocía los resultados de la víspera, lo que consiguieron sus rivales directos. No sé, ciertamente, si eso es bueno o malo, porque, cuando los oponentes pinchan, corres el peligro de relajarte y afrontar los partidos con menos intensidad. En cambio, si te pisan los talones, es posible que aumente la adrenalina y la ansiedad sea un componente poco recomendable. Lo mismo le sucedió al Betis, pero los de Heliópolis estaban exigidos mucho más si querían montarse al tren que conduce a Primera.

Planteada así la cosa, tocaba guerra de gallos y, en cuanto Lizondo dio la pitada, se pusieron tiesas las crestas y se afilaron los espolones. Alboroto general con una grada sumida en la necesidad y loca por una victoria que de algún modo paliara el subidón del eterno rival tras su conquista copera. Martín Lasarte recordó en la plática del viernes que su equipo ha respondido en los momentos de máximo compromiso. Cartagena, por ejemplo. Pasen y vean.

Y pasaron mogollón de béticos para darse cuenta que la Real no iba a ser fácil. Casi borda el primer tiempo en el que le birlan dos faltas máximas y le amonestan dos centrales en un santiamén, para que todo se acumulara. Fue en el segundo tiempo cuando pasaron las cosas. Todas malas para la Real. El penalti, las dos expulsiones y cierto desasosiego. No pienso perder un minuto de mi tiempo en lamentarme ni en censurar la actuación del colegiado. Hace tiempo aprendí que lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta. Sólo me preocupa el Villarreal. Y ahí no caben fallos.

Iñaki de Mujika