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El terremoto de Lasarte y sus derivas

Martín Lasarte pidió permiso para hacer una reflexión pública en la sala de prensa de Riazor, después de que los suyos ofrecieran un partido de cabrear, sin jirones con los que justificarse ni excusas en las que ampararse. El uruguayo no pierde el tiempo en lerdeces. Amparado en los cánticos que la grada le profería, el entrenador sacó el machete, montó su particular terremoto y cortó por lo sano. "Hemos hecho un partido inocuo", es decir, sin hacer daño. Ni estuvimos, ni se nos esperaba. Perdida la oportunidad de reivindicarse, los realistas se montaron en el avión de vuelta con cara de pocos amigos, mascullando los porqués del inesperado desatino. Inermes y alicaídos.

La semana pasada fue por derroteros más o menos previstos. Unos y otros, a la espera de encontrarse de frente con la realidad y con las palabras del técnico. Éstas llegaron y volvieron a confirmar el viernes lo que el entrenador siente y piensa. Aplaudí su discurso, porque pienso lo mismo que él. No se pueden cambiar los objetivos cada vez que doblamos la esquina. He escrito que hasta que no lleguemos a 43 puntos, por cerca que estemos de ellos, no es conveniente hablar de otra cosa que no sea la salvación. Cuando ésta llegue, que llegará, nos planteamos nuevos y esperanzadores horizontes.

Por eso, esperaba el partido del domingo pasado con más interés, o si prefieres ansiedad, que en partidos precedentes. Veníamos de sacar un punto de nueve disputados y me parecía que lo prioritario era volver al camino de la normalidad, fuertes y seguros en casa. Desconocía qué Real iba a saltar al verde. El rival era de esos que te deja mosca.

Para empezar, sin razones aparentes, Pellegrini se trajo a todo el vestuario. No creo que a potear en lo viejo, ni a relajarse en la contemplación de la bahía. Sonaba a fortaleza interna. Sancionados y lesionados acompañaron al plantel activo. El Málaga es un equipo raro, plagado de contratados foráneos. En su alineación inicial había daneses, portugueses, brasileños, uruguayos, italianos, argentinos, venezolanos, holandeses y tres chicos nacidos de Despeñaperros para abajo. De semejante coctelera podía salir cualquier combinado. ¡O muy bueno, o un garrafonazo de pegada!

Quien de verdad pegó primero fue el Málaga. Duda lanzó una falta envenenada con la defensa demasiado atrás. A Claudio le hicieron el cortinón para que no viera y cuando quiso reaccionar la pelota estaba casi dentro. El dominio realista y las llegadas hacia Willy Caballero no encontraban el premio buscado y el 0-1 con el que se fueron al descanso sembraba de dudas el futuro del partido y el resultado final. Los quince minutos de reflexión ayudaron al equipo a valorar las cosas que estaba haciendo bien y a intentar la remontada.

Estuvo cerca, pero el golazo de Rondón y el desacierto en los cambios realistas terminaron de hundir la esperanza guipuzcoana. A partir de ahí, las vueltas necesarias a la cabeza, buscando las explicaciones que ayuden a encontrar los motivos por los que el equipo ha sumado solo un punto de los últimos doce disputados.

La sensación desde el exterior es que el conjunto ha perdido frescura, intuición, punch y determinación. La comparecencia de Lasarte trataba de encontrar de nuevo respuestas positivas de actitud y compromiso. En eso, ninguna duda. Pero las derivas… castigaron en exceso.

Iñaki de Mujika