Comenté con Sergio de Lis, compañero especialista en la información ciclista, que este año Contador no ganaba el Tour. No es que disponga de una bola de cristal, pero la intuición, las propias declaraciones del corredor acerca de su estado físico y el entorno poco favorable a sus gestas, orientaban el pronóstico hacia otros derroteros,
La pitada que el público ofreció al corredor de Pinto en el protocolario acto de la presentación de equipos anunciaba un ambiente hostil en el camino. La primera semana de la ronda francesa decide muchas cosas, sobre todo quién no va a ganar. Las caídas, los abanicos, los despistes forman un todo unitario que sorprende a los corredores y a sus equipos. Esos siete días iniciales dejaron en la estacada a notables famosos que aspiraban a premios mayores. Brajkovic, Wiggins, Horner, Vinokourov y Van den Broeck, por citar algunos, se despidieron de la ronda antes de lo que quisieran. Gesink o Contador se cayeron varias veces y salieron con raspones y dolores. Lo mismo que Flecha o Hoogerland a quienes atropelló un coche de televisión en plena escapada.
Pasado el corte y la primera jornada de descanso, el pelotón miró a los Pirineos. Sin demasiada convicción, porque pensaban más en los Alpes y en la contrarreloj decisiva del último sábado de la carrera. Samuel Sánchez aprovechó la tregua de los favoritos principales y se llevó una etapa para bien de su equipo y de los miles de aficionados que se dieron cita en los míticos Luz Ardiden, Aubisque o Tourmalet. Las declaraciones de unos y otros no enseñaban demasiado las cartas. Incluso las estrategias no eran comprensibles. Todos hablaban de los Schleck. Tomas Voeckler se aupó al amarillo y lo mantuvo el máximo número de días posible antes de la definitiva sentencia.
Parte de ella llegó en las cumbres alpinas. Allí aparecieron los hermanos luxemburgueses para acallar tanto comentario contrario a su papel y comportamiento en la carretera. Andy se exhibió camino del Galibier atacando a falta de sesenta kilómetros para la meta. Nadie le pudo seguir en condiciones. Los aspirantes al podio de París echaron el bofe para que la distancia en meta fuera digerible. Lo fue, sobre todo por parte de Evans, que creyó que esta era la última posibilidad de ganar el Tour. Ese día se despidieron todos los demás.
Quedaba la crono anterior al paseo por los Campos Elíseos. Grenoble se ofrecía como un circuito técnico para especialistas. Evans lo es y no desaprovechó la oportunidad para ser segundo en la prueba y enfundarse el maillot más preciado. Vestido de amarillo entrará en la Ciudad de la Luz sin expresar mucho lo que siente, porque el australiano, justo y merecido vencedor, mira más hacia dentro. Recorre en su mente la larga trayectoria y encuentra en su esfuerzo el ansiado premio.
Contador lo da todo por bueno, tras ganar el Giro y salir del ojo del huracán. Espera que llegue ese día de agosto en el que el TAS decidirá sobre el clenbuterol y su cuerpo. Sueña con quedar libre de culpa. Los Schleck vuelven a sembrar dudas. Manolo Sáiz ha dicho que volvieron a correr como gemelos y no como hermanos. Andy mascaba en su interior la tristeza y la decepción. Deberá seguir esperando y reflexionar sobre el futuro. No parece demasiado preocupado, porque reconoció tras perder el Tour una apuesta con su compañero Posthuma. Comerse veinte hamburguesas en dos horas es el objetivo. Eso sí, en invierno. Le servirá de entretenimiento.