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Messi

César Rodríguez fue un delantero centro del Barça, calvo, muy reconocible, que aparecía en la colección de cromos que los chavales de entonces hacíamos con enorme ilusión. Cuando no había televisión, ni Internet, sino sólo periódicos en blanco y negro, aquellas fotos de colores que agrupábamos por equipos constituían un tesoro.

Aquel ariete las enchufaba de muchas maneras y se consagraba entre los mejores goleadores de su época. Elevó el listón de tantos conseguidos en la liga y con el Barça hasta límites imposibles de superar en el tiempo.

Ha habido que esperar varias décadas a que llegara Leo Messi que se dedica a lo suyo. El argentino hace bueno el “zapatero a sus zapatos”. Sólo se preocupa por sus botas, porque estén limpias y ajustadas a sus pies. El resto lo consiguen la habilidad, la cabeza, el corazón, la fuerza, la velocidad, la puntería, el entrenamiento, la vida privada y la humildad de una estrella rutilante.

Es decir, un compendio de virtudes que sólo están al alcance de los elegidos. Cumplidos los veinticuatro, atesora reconocimientos, bate récords y le queda mucho camino para alcanzar la estratosfera. Si es que no habita ya en ella.

Nadie le discute, porque es indiscutible. Cuando su equipo le necesita acude al rescate. Desatasca los atascos de forma milagrosa. Parece que no está y surge con la fuerza del que decide. Esta temporada en la liga va a conseguir muchos más goles que la mayor parte de los equipos.

Vamos que, con la ayuda inestimable de sus compañeros, marcará más tantos que plantillas completas de sus rivales. Es lo que hay para satisfacción de la gente que disfruta de su juego y de su forma de ser.

No sabe lo que es un charco. Ni chapotea en las aguas turbulentas de los conflictos. Ni una mala palabra, ni un mal gesto. Sólo juego y espectáculo regado con goles de cabeza, de pie, de vaselina, de disparo, de tacón, de gambeta, de caño. Un abanico que conlleva admiración.

Inició su carrera de goles en Albacete, cuando llevaba el “30” a la espalda y era un pipiolo. Hoy, luce el “10” que siempre correspondió a los más grandes. Entre el primero y el último le han abrazado, sólo en la liga, doscientas treinta y cuatro veces. Debe estar estrujado!

Iñaki de Mujika