La entrega del famoso Balón de Oro se ha convertido, con cerca de cinco millones de espectadores en España, en un espectáculo. No por el futbolista que lo gana, sino por todo lo que se mueve alrededor. La FIFA sabe explotar todos los recursos que son muchos y que le permiten recaudar fondos con una eficacia notable.
No hace muchos años el Balón de Oro era una idea que correspondía al semanario francés France Football. Disponía de una fama bien ganada, según criterios razonables y con poco glamour alrededor. Alguien decidió proponer un proyecto común que es el que hoy nos ocupa. Las votaciones que eligen al mejor son controvertidas, porque premian el esfuerzo individual en un deporte colectivo y porque no están claros en absoluto los criterios por los que deciden.
Y como además, en cuanto acaban las votaciones, todo el mundo conoce quiénes voten y a quién, muchos de quienes participan deben cuidar su imagen, votar al compañero del equipo, del país, tratando de molestar lo menos posible y de no crear polémica. Diríamos que muchos de los votos son políticos.
No había nadie en el firmamento que no creyera en el triunfo final de Cristiano Ronaldo, porque todas las campañas de marketing, publicidad y tendencias se orientaban hacia la victoria. Por eso, cuando se hizo oficial su elección como mejor jugador de 2013 nadie se llevó las manos a la cabeza, cosa que sí hubiera sucedido en los casos de Messi y Ribery.
Más allá de premiados y premiadas, en torno al acto se crea espectáculo de colores donde aparecen las pajaritas, los trajes de colores, las gafas de diseño y las colonias que, como por televisión no se huelen pasan desapercibidas, pero da la sensación de que la sala en la que se entrega el trofeo, era una mezcla de fuertes aromas.
La fiesta de los kleenex alcanza su máxima expresión cuando los protagonistas lloran, tanto Pelé como CR7, su novia, su madre y cuantos se emocionan con el reconocimiento a sus esfuerzos.
Reconozco que de reojo miraba las imágenes de la fiesta leía opiniones en las redes sociales y escuchaba los comentarios de los invitados en plató. Uno de los más significativos correspondió al único periodista español que vota. Analizando la realidad de este premio y en qué lo han convertido, afirmó sin titubear “Aquí ya sólo falta Chiquito de la Calzada”.