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Tampoco se lo creen

Leía ayer un diario de Sevilla a propósito de la derrota del equipo de Emery ante el Levante y titulaba de modo expresivo: “Tampoco se lo creen”, aludiendo a que el equipo andaluz había puesto el juego, las ocasiones y que nadie que hubiera visto el partido iba a creerse el resultado final, es decir, nada que sumar y mucho que lamentarse. Por el lado granota la lectura es bien distinta: disponemos de un portero que para mucho y bien, nos defendemos con muy buena disciplina táctica y tratamos de aprovechar los resquicios que el oponente deja en su retaguardia para sorprenderle y sumar tres puntos. ¡De manual!.

Era la primera vez que los valencianos ganaban en el Pizjuán disputando partido en la mejor categoría del fútbol, que este fin de semana nos venía proporcionando sorpresas orientadas en la misma dirección. Ganaba el Valladolid al Villarreal, empataba el Espanyol en Mestalla y los de Caparrós frenaban las ilusiones del Sevilla. Todo junto en el mismo zurrón era un cheque al portador para la Real Sociedad, porque casi todos sus posibles rivales sucumbían de víspera en el intento de acercarse y apretar la clasificación.

Por eso, los de Arrasate, sin jugar, se encontraban con una oportunidad pintiparada de pegar un arreón y poner tierra de por medio. El triunfo ante el Elche suponía de antemano dejar a nueve puntos al octavo clasificado que, en principio, parece ser el puesto que se queda sin premio europeo. Como veníamos algo renqueantes del empate de Getafe y un puntito fríos de la victoria ante el Racing, anoche necesitábamos entrar en calor poniendo caliente el termo y dejando los puntos en casa para satisfacción del estoico respetable al que le zarandean con estos horarios que, cuando menos, faltan al respeto al aficionado.

En medio de tanto partido pasan cosas. Entre ellas que un futbolista se líe la manta a la cabeza e invite a cenar a veinticinco piratas que pudieron sentarse a la mesa con el que pagaba, simplemente porque quería agradecer de alguna manera todas las muestras de cariño y apoyo que recibe de los entornos en los que se mueve. Los afortunados podrían hacer buena la portada del diario hispalense, porque probablemente no creyeran lo que les estaba pasando. Esteban Granero deja boquiabierta a la parroquia por donde pasa y cuando habla. No te dijo nada lo que puede suceder el día que se vista de corto y pueda ayudar a conseguir objetivos con todo lo que atesora en las tres partes fundamentales de todo futbolista: cabeza, corazón y piernas. Lo demás se intuye.

Me refiero al ardor guerrero, al alma que cualquier deportista debe enseñar en la competición. Sólo así se puede demostrar fortaleza y ganar a los rivales. Por eso, Nadal me apasiona. Le puede doler la rodilla, tener abierta una herida en la mano por culpa de la empuñadura, estar agotado física y mentalmente. Da igual. Lo suyo se relaciona con el animal competitivo que lleva dentro. Es una actitud ante la realidad por dura que sea y aunque se llame Wawrinka y cuando no puede más y está roto, llora de rabia porque quería ganar como si no lo hubiera conseguido nunca.

Estos espectáculos engrandecen el deporte. Lo mismo que la final europea de balonmano y la lucha por la medalla de bronce. No sé si se trata de aumentar el palmarés y hacerlo inalcanzable para próximas generaciones o de reventar a los rivales haciendo uso de aquel dicho que propone no dar ni agua al enemigo. En el último tiempo muerto, a falta de diez segundos para el final, ganando por un gol y con el balón en sus manos, Julen Aginagalde, el mejor pivote del mundo y miembro del equipo ideal del campeonato, dijo en alto para que le oyeran todos: “Nos comemos la pelota. No la perdemos”. La reacción fue la esperada y la medalla de bronce está en sus manos. Se lo creen desde la confianza. Compromiso no exento de carácter.

Pudiera seguir por otras modalidades y otros deportistas. Nos encontraremos un montón de ejemplos, pero el fútbol…Es otro mundo, otra historia en la que a veces se cumplen los pronósticos. Acudir anoche al estadio fue un ejercicio de valor, respuesta impagable de 10.492 espectadores a la provocación de disponer que en pleno invierno, lloviendo, granizando, con la temperatura por los suelos, se juegue un partido en lunes y a las diez de la noche.

Calentitos y en casa, con caldo o café con leche y con los dos goles iniciales de Griezmann que volvió a celebrarlos porque valen su peso en oro. Para el equipo y para su cuenta personal que es un escándalo y que le acerca a todos los objetivos marcados. Debió subir un tercero antes del descanso que Agirretxe, habilitado en su posición, mereció. Casualmente en los tres últimos encuentros ante Getafe, Racing y Elche nos han anulado tres tantos legales. Como en la segunda parte llegaron otros dos chicharros, con sello personal de Vela y el propio Griezmann, la Real redondeó partido y resultado.

Pudieron sorprender las declaraciones del entrenador cuando concedió licencia al jugador de Macon para aparecer o desaparecer, lo mismo que Guardiola o Martino hacen con el desequilibrante Messi. En esas estamos, haciendo camino y a la espera del conflicto de Santander que tiene muy mala pinta. Tampoco creen que lo vayan a solucionar. Si es así, lo agradeceremos. Necesitamos tanto los descansos.

 

 

 

 

Iñaki de Mujika