Las charlas colegiales de niños y niñas desbordan imaginación por todas partes. Cuentan cosas tan inverosímiles que el nivel de credulidad se pone muchas veces en duda. A veces recurren a fuerzas extraordinarias para reforzar la tesis que cada uno defiende: "Que me muera ahora si es mentira", "Te lo juro por mi padre", "Me lo ha dicho el profe…". Pero ninguna de esas aseveraciones alcanza el rango soberano de "Palabrita del Niño Jesús". Cuando ponen al chaval del pesebre por delante, es imposible dudar.
Como saben, la semana se plagó de confesiones misteriosas. De repente, aparecen volando por el éter grabaciones llenas de maliciosas intenciones y malévolos comportamientos que adulteran la competición y dejan con el culo al aire a tirios y troyanos. Pillados con las manos en la masa, todos lo desmienten con apurados silencios y mutis por el foro. Lo niegan todo, pero ninguno jura por su honor, ni por su padre, ni está dispuesto a morirse antes que le llegue la hora y, por supuesto, nadie se atreve con el Niño Jesús. Faltaría más.
Si se anima el circo, a lo mejor el firmamento se plaga de amaños, apaños, primas a terceros, penaltis sospechosos, goles en propia meta, cantadas espectaculares, patadas a destiempo, expulsiones, telefonazos, correos electrónicos, padres de futbolistas que recogen sobres en el lugar y hora convenidos, contratos prometidos, fotografías, películas…, salpicando a todos y descubriéndose que no hay un solo equipo capaz de dar un paso al frente y decir: "Yo puedo echar la primera piedra".
Como si no bastara con soportar todo lo que se deriva de lo concursal, judicial, etc., la semana nos propició añadidos. Salieron nuestros futbolistas, como quien va a la playa a tomar el sol en día de lluvia. Con poquitas ganas de hablar. Deseando que llegara pronto el sábado y el Alicante. La presencia del vicecolista ofrecía la opción de jugar bien y ganar. Lo segundo llegó de la mano del capitán. Mikel Aranburu protagonizó posiblemente su mejor partido del campeonato y culminó de cabeza lo que antes hicieron Agirretxe y Xabi Prieto. Su aparición en el césped nos volvió a otorgar ese punto de calidad que tanto necesitamos.
Pero nos cuesta ganar una barbaridad, porque desaprovechamos las oportunidades fabricadas, porque nos anulan por inválido lo que a todas luces, menos a las del linier, era una posición clara de Necati, cuyo remate debió subir al marcador. Incluso, un empujón a dos manos fue penalti que el árbitro no se decidió a pitar. Antes, una mano clara mereció la misma decisión. Pero, nones. En esto la fortuna no se alía con nosotros. Lo peor es que a lo mejor nos toman el pelo, porque si al final se cumple lo que me han soplado, el sábado que viene en Albacete nos vuelve a tocar González González, el del follón del día del Eibar, el que no vio falta en la fractura de tibia y peroné de Iñigo Díaz de Cerio. Un mal árbitro. Palabrita del Niño Jesús.