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Cuando las evidencias son incontestables…

La selección de Brasil acaba de enchufarle un 21-0 pal cuerpo a Islas Salomón. Ambas formaciones disputan el Mundial de Fútbol Sala al que acceden por méritos propios. Los oceánicos, los mejores del continente al que representan, acuden sin presión a Río de Janeiro, sede del campeonato. Es una joven formación con una media de 18 años, dispuesta a disfrutar y a pasárselo en grande. Las crónicas cuentan, con cierto punto de coña, que los dos primeros tiros a puerta del partido correspondieron a los perdedores. Prendados del virtuosismo del equipo anfitrión no dudaron, terminado el match, fotografiarse con Falcao, uno de sus verdugos. La instantánea con todos sonrientes ha dado la vuelta al orbe.

Los nuestros también, pero en plan más modestito. Avión de ida, tren de vuelta, autobús de traslado, degustación de balneario con olor a percebes, partido de Copa, avión, entrenamiento y liga jerezana. Falta el barco. Tal vez hoy, que disponen de jornada de asueto, se animen a montar en txalupa por las inmediaciones de O’ Grove. Todo sea por preservar la identidad, recuperarse del soponcio sevillano y albergar nuevas esperanzas. Las de la Copa ignoro el juego que nos vayan a dar. Las de la Liga sufrieron ayer un mazazo, porque no es cuestión de perder (1-0), sino del modo en que el equipo se mostró sobre el terreno. De entrada nos cambiaron el escenario. Del jolgorio juvenil de la ciudad deportiva, a las famélicas gradas del Pizjuán. Solitarias y anacoretas. Al míster le gustaba. A Cerio, no. Allí hace un año le echaron y ayer le amonestaron.

El partido fue un despropósito se mire por donde se mire. Lo reconoció el entrenador y los jugadores. Al menos, se produjo un asentimiento a la mala gestión del juego. Lentos hasta decir basta. Atascados y todos los adjetivos que el beaterio esté dispuesto a añadir. En la rueda de prensa Lillo destacó que de estos partidos se suelen dar unos tres. Que en ellos nada es posible, ni con cambios, ni nada. Con esa sensación de abatimiento nos cuesta motivarnos para la cita de este miercolés en Balaidos frente al Celta. Allí, cuando menos, espero que no haga calor y vistamos con otro uniforme, porque este de los amarillos y verdes me descompone.

PD. A Sevilla viajé en tren. Muy a gustito. A Vigo, es probable que a pedales. Las compañías aéreas, ahora que el petróleo baja, ofertan un Vigo-Bilbao, este jueves, al módico precio de 547 euros. Como normalmente para volver hay que ir, no quiero pensar a cuánto sale un partido de Copa.

Iñaki de Mujika