Los niños reconocen pronto a sus ídolos y además se solidarizan con ellos. Tratan de imitarles. Cuando los padres, las madres, los abuelos y la amoñas, los tíos y las tías, los profes y las andereños le preguntan a un niño qué quiere ser de mayor, la respuesta propone normalmente estas cuatro opciones: policía, bombero, torero o futbolista. Si retrocedemos en el tiempo dos décadas, el jugador admirado atendía por Diego Armando.
Maradona escupió esta semana palabras sin gracia ante los informadores después de que su selección lograse una pobre clasificación para el Mundial de Sudáfrica. ¡Nunca vi jugar tan mal a Argentina! Su entrenador, lejos de reconocer la escasez del nivel del fútbol practicado por sus elegidos, arremetió contra los periodistas y les invitó a un ejercicio que no se estudia en ninguna escuela: "Que me la chupen". Es obvio que el ingenio que atesoraba como futbolista no pasó de sus pies.
He leído esta semana mogollón de crónicas. Me quedo con este extracto de una de ellas: "El antifútbol malsano que se derramó bajo su mando en el sacrosanto verde del estadio Centenario de Montevideo. La albiceleste de Maradona viajará a Sudáfrica después de no dar tres pases seguidos con pelota dominada, ni pisar el área contraria en 80 minutos, ni ser capaz de entregar un solo balón en condiciones al mejor jugador del mundo, Messi".
Lo que son las cosas. Dos décadas más tarde, es decir hoy, muchos niños eligen al 10 azulgrana y no entienden el valor de quien entonces lo era todo y hoy… El pobre Lionel huyó despavorido de Uruguay. Salió del campo a la carrera para coger un avión. Necesitaba reencontrarse consigo mismo y llegar cuanto antes al entorno favorable. La resaca le duró anteanoche en Mestalla.
Sentado en una de las gradas del campo valencianista asistí a un partido de poco fuste, devaluado por el ir y venir de los jugadores en sus periplos. Messi se perdió en el maremagno de las agujetas físicas y mentales. Y el resto no anduvo lejano.
Los niños realistas hoy ven con simpatía a Griezmann porque le encuentran cercano y hace cosas que llaman la atención. A ellos y a otros clubes del mundo a los que les ha llegado la onda. Por esas u otras razones, ayer estaban en el palco del Ciutat de Valencia representantes del Arsenal (Cagigao), Sheffield, Saint Etienne, Manchester City, Getafe, no sé cuántos equipos de Segunda y algunos otros turistas de ojos rasgados que bien pudieran pertenecer a una liga filipina.
Los resultados de la víspera, los empates del Rayo y Cartagena, añadían más valor a la posible victoria que, de haberse producido, hubiera apuntalado más el liderato. ¿Qué pasó? Derrota, desde el punto fatídico, con poca respuesta para responder a los achaques producidos por un flojo arbitraje, por un penalti de regaliz, por un infame terreno de juego y por la presión del rival. El equipo tardó, si es que alguna vez lo hizo, en entrar en el partido. El sábado, nueva oportunidad. Se espera respuesta.
Nota: Cuando pasábamos por el Restaurante Tape Tap, en la Calle Padre Tomás de Montañana, nos encontramos con un cacho cartelón que rezaba: "Esta Nochevieja, abrimos". Quedan más de dos meses y ya se anuncian. Se lo digo por si les apetece.