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Todos queremos más, y más y más y mucho más…

Qué pena que la ministra portavoz no anticipara la decisión de abrir las puertas de los estadios a las emisoras de radio unas semanas antes. Ello, a lo mejor, me hubiera permitido asistir “in situ” al partido de ayer al mediodía en Anoeta. Lo que pasara sobre el césped casi me daba igual, pero las áreas técnicas, sus inquilinos, constituían un atractivo insuperable.

De una parte, “quédate”. En la otra, “vete ya”. Como Juan y Pinchamé. Lotina y Montanier se parecen mucho. Les falta el hábito blanco de cartujo o la negra sotana benedictina. Tanto como si les uniera la traba de un capisayo. Silencian sus pasos, agachan la cabeza, miran, piensan, reflexionan, dejan perdida la mirada. Se sientan. Con un breviario en la mano, dando vueltas por el claustro, serían impagables miembros de una comunidad orante. Buenos chicos para la congregación.

Pero viven en el fútbol que es pasión, ruido, tormenta, sensaciones, sentimientos, opinión, crítica, colores, compromiso, vida… Hoy, y no sé cuánto más tiempo, dirigen a dos equipos de Primera llenos de experiencias. Algunas de las cuales nadie quiere repetir. La memoria está para eso, para recordar lo que fuimos, lo que somos y apostar por lo que queremos ser. Muchos estudiantes se conforman con aprobar, pero escuchan de sus profesores que disponen de mayores capacidades y que deberían obtener, al menos, la calificación de notable.

Eso es lo que pienso del equipo que nos ocupa. Coincido en esto con muchos aficionados y analistas técnicos. Se lo dije al presidente Aperribay el pasado martes en una entrevista que dio juego y tuvo su miga, pero como el técnico ni lee, ni ve, ni escucha, sigue a lo suyo que es pedir entre laudes, vísperas e intermedias que el equipo alcance los puntos necesarios para permanecer en la categoría y marcharse de vacaciones. ¿Perpetuas?.

Cuando nos anticiparon que ayer se iba a ver un partido abierto creí por un momento –ingenuo de mí- que se referían a la posibilidad de que las emisoras ya entrábamos al estadio sin trabas. Falsa ilusión. Debían referirse a que la disposición táctica iba a contar con pocos recursos defensivos y que ambas formaciones atacarían hasta desmandarse, sin especular y sin miedos.

A la media hora pedí un tranquilizante. No podía seguir el ritmo de los dos. Veloces, pisando área contraria, rematando sin piedad, poniendo en jaque a Bravo y Diego López, constituidos en dianas para las flechas envenenadas. Corner va, corner viene. ¡Estoy de coña, claro!. Hasta que no llegó un disparo de Xabi Prieto la feligresía contó con tiempo suficiente para roncar, dormirse o irse de vinos porque el encuentro era insoportable.

Tuvimos que esperar al segundo tiempo para encontrar algo de fundamento. Antes, al borde del descanso, los amarillos hicieron su trabajo y llevaron a la grada con su gol una mezcla de hartazgo y decepción. Pasa muchas veces cuando vas a pescar al río. Echas la caña, pones mosca o mariposa en el anzuelo, tiras y tiras con la esperanza de que una trucha despistada muerda y te dé una alegría. Con eso nos conformamos.

El Villarreal siguió a lo suyo y se presentó un par de veces ante Bravo, sendos mano a mano con el meta que sigue siendo eficaz y de garantías. El chileno es a la Real lo que Nadal al tenis: seguro de confianza y apuesta ganadora. Como el partido era unidireccional, Montanier debió reaccionar. Lotina había elegido diáconos para el centro del campo. Dominadores del latín y expertos en gregoriano, dejaron poco margen de maniobra a los novicios realistas que no lograban imponerse en la zona ancha. El coro desafinaba.

La entrada de Pardo dio lo que faltaba y Griezmann, en su sitio, tiró de virtudes para centrar y poner el balón que Vela terminó decorando en el gol del empate. En medio, el toque de cabeza de Xabi Prieto, el más rematador en la matinal de ayer. Al final, empate sin brillo que permitirá a unos destacar que llevamos cuatro partidos sin perder. A otros, los mismos sin ganar, aunque en todos los casos no hay quien cautive.

Con el Racing entregado volveremos este sábado a disponer de una oportunidad para ver al equipo en propio feudo, para saber si los menos habituales pueden jugar desde el principio, aunque sólo sea por cambiar el álbum de cromos. La colección, tantas veces repetida, está muy vista.  Como aquella canción que cantaban los frailes cuando iban de excursión: “Todos queremos más y más y más y mucho más…”

Iñaki de Mujika