Circulaba en el mundo del fútbol, sobre todo entre los entrenadores, una especie de leyenda que se hacía realidad con machacona insistencia. Cada vez que un equipo debía disputar en casa dos partidos consecutivos en alguno de ambos se fallaba. No sé si Montanier la conocía, pero los suyos, a las primeras de cambio, cedían dos puntos ante el Villarreal en el primero de los encuentros seguidos de Anoeta. Pagado el tributo, ayer tocaba ganar y se ganó con los goles de Griezmann y Agirretxe.
Entre ambos partidos hemos vivido una semana intensa, llena de matices y emociones. El martes medio territorio se sumió en decepción. El Chelsea eliminaba al Barça demostrando una vez más que saber defender también da derecho a premio, aunque no guste. El miércoles, la otra parte del territorio quedó anestesiada. Nadie quería pensar que en la final de Munich no hubiera un solo representante de la que llaman la mejor liga del mundo.
La tozuda realidad, el miedo de Mourinho, la convicción de los alemanes y la habilidad en el lanzamiento de penaltis obraron la debacle. De repente, algo así como el Apocalipsis. Ni la décima, ni balón de oro, ni fin de ciclo rival, ni tertulias eufóricas, ni nada que no fuera agachar la cabeza y mirar para otra parte no te diera en la cara el balón que ese chico de Camas mandó al cielo de Madrid.
Un día más tarde Europa llamaba de nuevo a las puertas del interés futbolero. Los de Bielsa confirmaban su impecable trayectoria con una victoria épica que les vale para jugar otra final. Simeone defendió las opciones de los suyos ante un rival cuyo actual proyecto termina. Emery soñaba con disputar el partido de Bucarest y concluirlo con gloria, pero los “chés” parecen gastados y no llamados para esfuerzos añadidos. Confirmada la final a rayas, el fútbol añadió un colofón inesperado.
Cuatro de los nuestros, que se sepa, decidieron acudir a San Mamés como aficionados. Se ha montado un “Viva Cartagena” por su presencia en las grandas bilbaínas. Ya sé que habrá gente que no me entienda, pero prefiero esto que la noche del Gabana. Al menos, puedo soñar que se les contagie algo de lo que no estamos sobrados: rabia, fortaleza, agresividad, arrojo, valentía y lo pongan luego al servicio de la entidad que defienden. Griezmann, por ejemplo, marcó dos tantos y dio el pase del tercero.
Para que no faltara de nada, Pep Guardiola confirmó lo que se intuía. Parada en toda regla. Agotado por la exigencia, decide poner un punto y ya veremos a su actividad profesional. Lo había adelantado a los responsables del club allá por octubre, mucho antes de que llegaran unos u otros resultados. Tito Vilanova, la persona de su máxima confianza, se encargará de regir los destinos, del mismo modo que Fabio Capello hizo lo propio en Milán tras la marcha del laureado Arrigo Sacchi. Pase lo que pase, echaremos en falta la clase, armonía, saber estar y el modo con el que ha cautivado a tantos aficionados que no eran culés gracias al buen fútbol del equipo al que le toca demostrar de nuevo sus capacidades.
Del lunes a viernes se mantuvo una constante vital. Llovió todos los días, alguno acompañado de ciclogénesis, con presencia de Petra y una especie de tomadura de pelo que el miércoles afectó a las emisoras de radio y a su posible retorno a los estadios en las condiciones de siempre. Falsa alarma.
Así que ayer me levanté tratando de ordenar la cabeza ante la cantidad de sucesos compartidos (política y economía van en otra sección). Seguía lloviendo. Hechas las tareas domésticas, alcancé el mercado en donde cómo siempre se hincharon a preguntarme qué iba a pasar por la tarde. Y como siempre, también, encontraron la misma respuesta: “No sé, no me atrevo”. Máxime después de la comparecencia del técnico que nos metió el miedo en el cuerpo al hablarnos del rival. Ganarle supone quedarnos en Primera.
El contrario, como intuía, no está para otra cosa que no sean sopitas y sorber. Ya están en segunda. Cierto es que Mikel González se llevó por delante a Lautaro Acosta. El penalti que el catalán Estrada no pitó nos evitó el sobresalto y la música de viento que se preparaba en la mojada y aburrida grada. Antoine apareció providencial al poco de iniciarse la segunda mitad para abrir la lata, pacificar al respetable y poner el partido en franquía. Luego, marcó el segundo y sin egoismo, generoso con el compañero, proporcionó el tercero a Agirretxe. El de Usurbil es, desde 1988, el primer delantero de casa que marca con la Real diez goles en Primera División. Con éste no tendremos que pagar traspaso y como se anuncia que va a subir el IVA…
PD.- Antonella Roccuzzo, novia de Leo Messi, confirma que está embarazada. Loado sea el señor y los “messitos” que lleguen.