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Iñaki Berruet

Le preguntaba hace unos días a Martín Lasarte, nuevo entrenador de la Real Sociedad, sobre los extremos izquierdos y los líderes en los equipos de fútbol. No dudó ni un segundo en la respuesta: "Especie en extinción". Respecto de los últimos añadió además que "no se fabrican". Encontrar hoy un deportista que se eche encima al equipo en el terreno de juego y al vestuario en toda su magnitud es casi una misión imposible.


Entre las muchas cosas buenas del Real Unión en la temporada del ascenso a Segunda División quiero destacar a su capitán. Iñaki Berruet es el claro ejemplo de futbolista franquicia donde conviven en armonioso equilibrio las capacidades deportivas y las humanas. Central a la antigua usanza, fuerte, expeditivo, muy eficaz de cabeza tanto en defensa como en ataque, disputa los partidos con la intensidad del profesional y la ilusión de un cadete.

Esa actitud convive con su forma de ser. Buena persona, buen compañero, humilde, respetuoso, sincero, exigente, líder que se ha ido fraguando en el tiempo. Ejerce como tal porque su entrenador Iñaki Alonso y los componentes de la caseta asumen sin dudar el rol que le corresponde. Se retira con 36 años, dejando al club de su alma en Segunda, reconocido por todos, dentro y fuera de la entidad.

Como en los buenos vinos, el tiempo le otorga el poso de la experiencia que mejora la eficacia. Berruet sintió cerca los valores y los aprendió. Compartió zaga en el Alavés con Antonio Karmona, otro ejemplo de austeridad y rendimiento. La comunión de ambos fue pieza básica en los grandes e irrepetibles éxitos del conjunto vitoriano. Un día leí en el blog de Iñaki Bea, central del Valladolid, que "estos dos jugadores eran el espejo en el que me miraba". Así, y no de otra manera, se construyen las sólidas trayectorias. Me atrevería a decir que la mejora experimentada por el joven central azpeitiarra Hodei Mendinueta se relaciona mucho con lo que escribo.

Hace tiempo Real Unión y Real Sociedad disputaban un amistoso de pretemporada en el viejo Gal. Gonzalo Arconada, entrenador entonces, decidió alienarle recién acabada su etapa juvenil unionista. Coincidí en el túnel de vestuarios con Javier Expósito tomando nota de las alineaciones. Lo recuerdo como si fuera hoy. "Sigue a este chico que es muy bueno", le dije. Con la sorna habitual, el técnico realista me respondió "¿Es francés?".

Le conocía de sobra, pero en esa casa ha pesado demasiado un mal entendido orgullo. Lo que no elegían ellos desde las primeras edades no valía. Esa máxima, con alguna rara excepción en el camino, les privó de contar con jugadores "de raza" cuya eficacia quedó demostrada en el tiempo. Alavés y Villarreal, conjuntos de élite, fueron los destinos del central irundarra que doce años después de pasar por esos clubes, así como por Córdoba y Lorca, regresó a casa para quedarse y concluir su carrera de modo admirable.

En todo este tiempo hemos mantenido una relación extraordinaria. Conozco a muchos deportistas, pero pocos te llenan. No soy muy exigente. Todo lo contrario. Me gusta la gente normal, la que va en alpargatas, aquella con la que te puedes tomar una caña tranquilamente y hablar de cosas de la vida, sabiendo cada cual quién es y cuáles son sus responsabilidades. "Berru"  pertenece a este grupo de personas que hacen de la naturalidad virtud. Me  siento orgulloso de compartir con él muchos sentimientos, pasiones que nacen y viven en el corazón. Son las que nos unen, las mismas que recoge el nombre del club que más amamos. El "Marqués de Behobia" se va pero se queda, porque la entidad no puede prescindir de gentes solidarias e implicadas en el futuro proyecto.

Iñaki de Mujika