elbeaterio.es

La pesadilla

Terminó la pesadilla. Por fin se disputó la final de Copa y un vencedor elevó el trofeo a los cielos para satisfacción de sus seguidores. El Barça es mejor equipo que el Athletic, en lo individual y en lo colectivo. Los catalanes son fiables y no desaprovecharon la primera oportunidad para conseguir uno de los tres títulos que añoran incorporar a su palmarés.

 


Los días precedentes han sido insoportables, porque la actuación mediática diseñó un paisaje que pudo confundir. Primero a los ejemplares seguidores rojiblancos, inmensamente leales a su equipo, haciéndoles creer que la gabarra iba a bajar por el Nervión con la misma facilidad que sale el agua del grifo.

Luego, a los propios futbolistas, a quienes se les elevó el listón de exigencia hasta tal punto  que todo lo que no fuere ganar pudiera considerarse fracaso. Los niveles de ansiedad se dispararon. La oportunidad existía, pero en frente estaba quien estaba. Para todos, menos para quienes han hecho de la soflama el compañero de viaje de las jornadas previas.

Caparrós tiró de guión y movió todos los hilos, rozando la temeridad y advirtiendo al oponente de posibles lesiones, como queriendo diezmar la eficacia de los blaugranas ante los retos inmediatos que deben afrontar. Se sumó a todo el show protagonizado por declaraciones, suplementos, programas especiales, etc.,que terminaron por crear un halo de entusiasmo poco consistente.

Todo se tradujo en una grada enfervorizada, rayana con la locura, y un equipo instalado en el desasosiego. El ansia se transformó en energía positiva durante pocos minutos. Fueron los primeros del partido en los que Tokero consiguió el gol que reforzaba las ilusiones. El contrario le esperaba con las armas de la paciencia y la seducción. Dejarse querer hasta caer en sus manos. El diseño de Guardiola, su "visión", así como el manejo de los tempos del partido, enseñaron la cruda realidad. Cuatro goles en contra y fin de trayecto, de la pesadilla que hemos vivido desde hace semanas. No es justo, al menos es lo que me parece, que a un equipo se le ponga en un disparadero sin salida.

Ver llorar a muchos de los jugadores protagonistas fue toda la expresión pública de las tensiones acumuladas a lo largo de las semanas y días anteriores al partido. La sensación de fracaso no es lo que se merecen los futbolistas, pero…nadie fue capaz de poner un punto de cordura a tanto dislate.

Iñaki de Mujika