No controlo mucho la NBA, pero constato que están de huelga de verdad. No se andan con tonterías. Hoy por hoy, las distancias entre las franquicias de los clubes y los jugadores son enormes y ninguna de las partes cede pese a las numerosas reuniones en las que han tratado de conseguir un acuerdo que parece imposible. La amenaza de una nueva huelga sobrevuela la competición. Sectores comerciales y laborales que viven en el entorno de la NBA también se ven afectados.
Las cifras que se manejan marean. Los dueños aseguran que el actual convenio es insostenible y aseguran el último año pérdidas por 207 millones de euros. El sindicato no se lo cree y desconfía de esas cifras y sostiene que solo una pequeña parte de los 30 equipos de la Liga están perdiendo dinero señalando como culpable de la situación de los conjuntos más perjudicados al mal reparto de los beneficios televisivos.
¡A que esto les suena!
El convenio que rige las relaciones entre la NBA y sus jugadores expiró hace meses y desde entonces el pulso entre las partes se mantiene firme. La patronal dice que pierde dinero y el sindicato de la NBA (NBPA) parece lejos de aceptar los importantes recortes que plantean los equipos, que según los jugadores alcanzarían los 5.500 millones.
La solución desde la óptica de los clubes pasa principalmente por fijar un límite salarial más severo que el actual de 40 millones de euros. Pero hay demasiadas excepciones e incredulidades si nos atenemos al simple hecho de que Dallas Mavericks, ganador del anillo, superaba los 60 millones en salarios. Se quieren recortar los beneficios de los jugadores, el tiempo de duración de sus contratos, al tiempo que fijar otras condiciones para los novatos.
Se han comido ya la pretemporada y las dos primeras jornadas de liga previstas hasta el 14 de noviembre. Aguantan todos en el paro. Los propietarios siguen cobrando los contratos televisivos, los jugadores no perciben sus sueldos. La situación no llama al optimismo, porque les separa un mar, una inmensidad. Creen que ceder sería una derrota. El comisionado Stern, responsable de la negociación entre partes, no lo tiene fácil. ¡Para qué engañarnos!.