El aitá jugaba a cesta punta y compitió en Estados Unidos y Venezuela. Fue en este país donde nació Fernando Amorebieta. Su primera luz la vio en Cantaura, estado de Anzoátegi, cerca del estadio en el que disputó el martes su segundo partido como internacional venezolano. Ni en el mejor de los sueños, hubiera imaginado un estreno tan hermoso ante sus aficionados.
El central rojiblanco se ha convertido en una especie de héroe nacional. Su remate de cabeza permitió derrotar a Argentina por primera vez en la historia. El campo estaba abarrotado para ver a la "vinotinto" y a Messi, pero se encontraron con el jugador inesperado. El encuentro valía porque pertenece a la clasificación para el mundial de Brasil de 2014. La prensa venezolana ensalza su actuación y la decisión adoptada después de muchas idas y venidas de incorporarse al equipo nacional venezolano.
Todo lo que le ha pasado en los últimos días reforzará su proyecto personal como futbolista. Amorebieta jugó en todas las categorías inferiores del fútbol de aquí, pero nadie le convocó para la absoluta. Viendo que esas puertas se le cerraban definitivamente, abrió las más francas, las que le querían. Su trayectoria ha sido extraña, impulsiva, indomable. Media Europa le quería, el fútbol inglés soñaba con él y aquí se le valoró, porque pertenece a esa dinastía de futbolistas que llevan el sello "Athletic" y que no quiere salir del entorno en el que siente feliz y seguro. Fue Javier Clemente quien le dio la oportunidad no desaprovechada.
Amorebieta disfruta con el billar, la pelota y la música punk rock. No hace ascos a los tatuajes (creo que tiene tres) y encuentra a sus veintiséis años nuevas razones y retos con los que disfrutar de su profesión. La Grulla, como le llaman, no esconde sus pasiones. Lo reconoció al final del partido frente a la albiceleste: "Quería demostrar que siento esta camiseta". Tampoco dudó en afirmar que no esperaba marcar el gol. Gracias a él, está en la historia de un equipo de color Burdeos.