El entrenador del Arsenal Arsene Wenger cuando protesta parece que pide para Cáritas. Las formas de la politesse francesa no le pierden. Se quejó del arbitraje de Busacca en el Camp Nou, porque cuando el partido estaba en el fragor, el colegiado suizo le mostró una segunda tarjeta amarilla al delantero Van Persie. En este caso, por chutar a puerta después de haber sancionado su posición antirreglamentaria de fuera de juego.
Reglamento en mano, la decisión está bien tomada, pero sinceramente creo que no se sostiene desde el sentido común del juego privar a un equipo de uno de sus jugadores por una razón menor. Incluso, el tiempo transcurrido desde que se pita la falta hasta el golpeo del balón no es tanto como para ser considerada una pérdida deliberada de tiempo. Volvemos como siempre a las interpretaciones de cada uno. Pero para la legitimidad del triunfo blaugrana hubiera venido mejor un "todos hasta el final".
Hasta entonces y después, el partido fue un monólogo del Barça, unidireccional hacia la portería de Almunia. Más de 95.000 espectadores disfrutando del fútbol en su grandeza, que es tocar la pelota, desmarcarse, abrir por las bandas, rematar, no perder la cabeza, saber esperar, tanto en lo individual como en lo colectivo. Guardiola aprendió muchas cosas de Wenger cuando quiso ser entrenador y se movía por Europa conociendo entresijos. El galo le abrió la puerta y el catalán pasó por ella.
El último partido de ambos en los banquillos enseñó las dos mejores cartas del fútbol. El Arsenal dio una lección de defensa y el Barça de ataque. Se impuso justamente la iniciativa acompañada de goles, pero el cuadro londinense no estuvo lejos de sorprender, porque la disciplina táctica y un error final de Adriano casi les conceden el pasaporte a cuartos. Pero ere privilegio se queda en el vestuario de Guardiola que por cuarto año consecutivo se clasifica entre los ocho mejores de Europa, a la espera de mayores logros que se atisban. Wenger, que esperaba un final feliz, mostró su enfado con el resultado y con el árbitro, dejando en la recámara su habitual cortesía. La UEFA se lo hará notar.