Mourinho ha arremetido contra un árbitro vasco. Miguel Angel Pérez Lasa aglutina más de 10 temporadas arbitrando en Primera División. Se ganó a pulso su internacionalidad. La iba a estrenar el año pero le dejaron sin la escarapela FIFA. El delito que cometió fue negarse junto con Arturo Daudén Ibáñez, a firmar un documento en el que se pedía la destitución de López Nieto y de Martín Navarrete como miembros de la Comisión de Designación.
No se lo perdonaron. Antepuso su dignidad personal, al "trágala" de la mayoría. Ese atrevimiento lo ha pagado con creces y le quitaron en los despachos lo que había conseguido en los terrenos de juego. Pese a ello, le adjudican partidos complicados, porque tiene experiencia y tablas suficientes. Nunca se casó con nadie y ahora tampoco. Mourinho no le conoce y se equivoca. Y no puede justificar sus errores echando la culpa al árbitro.
El técnico portugués se equivocó en Almería disponiendo una alineación sin delantero centro referencial. Los andaluces lo agradecieron y se atrevieron con los madridistas. Consiguieron un gol y lo defendieron con todas sus fuerzas. En medio, un equipo soso, con poco fútbol e incapaz de crear ocasiones suficientes como para doblegar a un grupo al que el Barça metió ocho, cuando Lillo estaba en el banquillo andaluz.
Al empate de Almería siguió la victoria blaugrana ante el Málaga. Ello conlleva un colchón de cuatro puntos de diferencia, que prácticamente es uno más por el goal average que marca el 5-0 del Nou Camp cuando se enfrentaron ambos cuadros. El nerviosismo se impone y la realidad también. Luego vienen las jugadas discutibles, los penaltis que se imaginan y no se pitan, las culpas al árbitro, etc. Eso le valdrá para desviar la atención del entorno, pero en el fuero interno sabe que las cosas no van por ahí.
Pérez Lasa se ganó el respeto en los terrenos de juego por ser imparcial, por arbitrar con su estilo. "Los campos con un punto mayor de tensión me motivan", afirmó en una entrevista. Le da igual el escenario, la ciudad, el entorno y el valor del encuentro. Pitará y decidirá, esté sentado en el banquillo Mourinho o el más humilde de los preparadores.