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El discreto desencanto de los proyectos

El balonmano norteño sufre menoscabo. Primero fue el Teka, luego el Arrate, ahora el San Antonio. O desaparecen o no pueden competir en la mejor categoría. Los navarros no hacen frente a los compromisos adquiridos ni a las exigencias futuras. No han encontrado los recursos necesarios para resolver la deuda acumulada ni  afrontar un proyecto en condiciones. Así las cosas, bajada de persianas.

Esto es una cascada cuyo final no se intuye, Y si se intuye es mejor no imaginarlo. Cada vez quedan menos entidades solventes. La fuga de los mejores jugadores es un escándalo, lo mismo que la incapacidad de quienes deben encontrar fórmulas y caminos con los que hacer frente a una situación tan deplorable. Quienes quisieron quitarse el muerto de encima, echaron la culpa a los jugadores.

Que si cobraban mucho, que si debían bajar sus emolumentos y adaptarse a las realidades, que si…Lo han hecho en la mayoría de los casos. A esa respuesta solidaria con la realidad de sus equipos, les han respondido con retrasos e impagos en buena parte de los escenarios. Contratos en “A”, en “B”, en “N” de nada, porque no hay quien se responsabilice del desafuero creado.

Hace tiempo que no dudo respecto del deporte y de los deportistas. Respeto a los dirigentes, pero sé que sin practicantes no hay competición. Los jugadores hoy atraviesan una situación imposible de digerir. La misma que sus clubes.

Y así, mirándose los unos a los otros, nos gastamos millones que no tenemos en un mundial, cerramos clubes históricos, pedimos avales para competir que las entidades bancarias no conceden, repartimos plazas en las categorías como quien anuncia rebajas en octavillas. Ni es serio, ni garantiza una competición legítima.

Esta situación se veía venir desde hace tiempo y supongo que a la mayoría no le coge por sorpresa. Con la venda en los ojos se ha tratado de creer en milagros, sin rezar para que se produjeran. Un momento como éste no se puede resolver en una reunión en Guadalajara durante no sé cuántas horas, aprobando y desaprobando, con poco criterio y menos rigor.

Pintamos la fachada del edificio para darle color, pero por dentro está desvencijado, con los cimientos corroídos, sin un sofá en el que sentarse, ni una mesa firme en la que poner las cartas boca arriba y jugar la legítima partida. Para ganarla. Lo demás será una decepción. Este deporte tan baqueteado necesita proyectos discretos, humildes, pero firmes. Lo demás suena a desencanto.

Iñaki de Mujika