El Beaterio de Iñaki de Mujika

Roma y alrededores

Cada vez que se convoca un acontecimiento en el que la gente puede expresarse y comentar lo que le gusta, surgen los diversos pareceres. El último se relaciona con la entrega del Oscar 2018 a la mejor película. No soy muy de cine, pero leo y escucho opiniones. Por ejemplo, gana Green Book y los que la han visto hablan de una historia bien contada, llevadera, historia de amistad entre un músico de raza negra y su chófer italoamericano. Contra esa resolución del jurado se soliviantan quienes defendían ardorosamente el papel de Roma, el film del mexicano Alfonso Cuarón que logra varios reconocimientos.

Este título no se relaciona para nada con el que se conocía un trabajo formidable de Federico Fellini. Creo haberos contado alguna vez mi historia con este film. Estábamos en Venecia, habíamos terminado de cenar y salimos buscando el cine Rossini en que la proyectaban. En una esquina de la plaza de San Marcos topamos con una pareja que hablaba. Interrumpimos su conversación para preguntar por la ubicación de la sala. El chico amablemente nos indicó el camino y su acompañante comenzó a gritarnos en alta voz cuando nos íbamos. ¡Le estropeamos el negocio! La película, una sucesión de historias inconexas, me encantó. Era un pipiolo. Acababa de cumplir veinte años. ¡Anteayer! En estos premios la lista de síes y noes es interminable, lo mismo que la de actores y actrices. Una vez más, la eterna aspirante Glenn Close ve pasar de largo la estatuilla que va a parar a manos de Olivia Colman. Como la música me va bastante más, valoré mucho el trabajo de Rami Malek en Bohemian Rapsody, que me encantó. No suelo quedarme de madrugada para seguir la eterna ceremonia que empieza de noche y casi termina de día. Una exageración de protocolos que hacen eterna la jornada. El tedio se apodera de muchos y, salvo que seas un cinéfilo de pro, es imposible sobrevivir a tantas horas de propuestas y decisiones. Al día siguiente, con calma, repasas el cuadro de honor, ves fotografías, oyes la música correspondiente y si te apetece, buscas el tráiler de alguna de ellas, las que ofrezcan mejor atractivo. Los partidos de fútbol se parecen bastante a esta puesta en escena. Los entrenadores preparan un guión y eligen a los intérpretes para que el plan guste y llegue a buen término. Sucede que muchas veces es repetitivo y poco original hasta tal punto que la película no te dice nada. Cuenta la leyenda que un matrimonio acudió al cine a entretenerse y cuando en la pantalla apareció el león de la Metro, uno le dijo al otro “Vámonos que ya la hemos visto”. Lo de ayer en Girona, a priori, anunciaba algo en esa dirección.

Sabéis de sobra parte de la trama antes de empezar. Por ejemplo, lunes, las nueve de la noche, oscuridad, lesiones, ausencias importantes, equipo diferente, todo un poco raro. El rival en racha no muy positiva pese a la victoria en el Bernabéu. El pasado y el presente de los técnicos que se hilvanaron en el banquillo txuri-urdin. No sé. Algo así como una especie de pan tumaca del día anterior y sin jamón. Por la suma de estas veleidades el encuentro de anoche venía cargado de incógnitas. También de cambios, los necesarios por las bajas significativas de jugadores que obligaban al míster a elegir algunos menos habituales en las últimas semanas. Tocaba recomponer el puzle, reordenarse y armarse para seguir siendo competitivos y eficaces. Ganar suponía dar un salto en la clasificación.

De entrada, Imanol tiró de clasicismo en el equipo titular. Ninguna sorpresa en los once elegidos. Juanmi y Sandro por Januzay y Willian José, más la conocida presencia de Aihen en el lateral. No había muchas más opciones. Quizás nos entró a todos un temblor cuando Zubeldia se llevó un mamporrazo en la nariz. Entre los suplentes no había un perfil parecido. Un cambio entonces suponía otro estilo. Felizmente, el azkoitiarra siguió en la cancha y todo continuó conforme a guión, como si fuera el partido de la primera vuelta. Allí empezamos sin goles y terminamos sin goles. La primera parte de Montilivi llevaba ese sello. No sé si por miedo a perder o porque las fuerzas estaban muy equilibradas, pero nadie quería arriesgar más allá de lo recomendable. Normal en la mayoría de partidos tal y como marchan las cosas en la presente liga. La Real merodeó el área gerundense, dispuso de más posesión que el rival, pero le faltó el puntillero que pusiese el partido más de cara y obligase al rival a otra cosa que no fuera mantener el sitio. Como suelen decir los comentaristas “no ha habido goles en el primer tiempo, esperemos al segundo”. Me encanta.

¡Y al tercero, si fuera necesario! Ya que tampoco en el segundo periodo al hombre del marcador se le acumuló el trabajo. El partido mantuvo sus constantes vitales. O una jugada maravillosa, o un error de clamor, o aquello terminaba como empezó. Si para muestra vale un botón, atentos a los cambios finales de ambos técnicos. Eusebio sentó a Stuani, que es algo así como un cheque al portador, e Imanol situó en el terreno a Héctor Moreno para apuntalar el muro de contención y hacer bueno el punto. Como sucedió en Valencia, el equipo se mostró solidario, apenas cometió fallos y el portal de Rulli no sufrió un acoso permanente. No creo que el reparto de puntos pueda considerarse injusto. Sumar fuera de casa supone siempre un valor añadido y hacerlo con la puerta a cero más. El equipo lleva unas cuantas semanas sin perder y eso le rearma.

Volvamos al cine, a las películas muchas veces vistas. Partidos como el de ayer se repiten año tras año y temporada tras temporada. Sucede que la diferencia está en el momento en el que te encuentres y la necesidad clasificatoria. Quizás anoche esperaba la Roma de Fellini que tanto me sorprendió, pero nos encontramos con la melena del león que mueve la cabeza. Eso se traduce en un empate sin goles correspondiente a un encuentro en el que se jugó a ritmo, con bastante exigencia física y notoria rasca, sobre todo por el lado local.

Iñaki de Mujika