No se pueden fallar tantas ocasiones si se pretende ganar. El encuentro ante el Levante fue de locos y que los visitantes se llevaran un punto (pese a las ocasiones creadas) solo es achacable a la falta de puntería guipuzcoana en la resolución de las mil oportunidades y al enésimo gol encajado en jugada de balón parado. Necesitábamos ganar y no lo hicimos pese a dominar y dominar en muchas fases del encuentro. Nos va a dar algo.
Pasamos por Sevilla y, a lo visto, les agotamos. Se vinieron arriba por la goleada que nos enchufaron, pero las fuerzas quedaron maltrechas. Cuatro días después viajan a Praga, juegan una prórroga y se van a casa en el último minuto. Nada más pisar tierra firme, quien más quien menos intuía el devenir de las siguientes horas. ¡Quita y no pon, se acaba el montón! El técnico en el que creían, el que les llevaba por un buen camino, hace las maletas para realizar un camino sin retorno. El director deportivo, como sucediera hace unos meses, se viste de corto y al banquillo. Ningún vértigo. Es decir que, una plantilla que es envidia de muchos clubes, que para nosotros la quisiéramos, que ha hecho muchas cosas bien, se iguala en planteamientos a los menos pudientes. ¡Los ricos también lloran y nos consuelan!
Como sabéis de sobra, nos pasamos el año hablando de Europa. Hacemos cálculos infinitesimales mientras las matemáticas no nos digan lo contrario. Todos los equipos aspiran a lo mismo. Unos llegan y otros se quedan en el intento. Luego, cuando estás inmerso en la competición, solo disfrutan las agencias de viajes que hacen negocio con los miles de aficionados que se desplazan. Una eliminatoria es un drama nacional. Los dos equipos de Madrid, por ejemplo, se vienen abajo como los castillos de naipes. Los unos, aplanados y anestesiados, se quedan con las ganas de disputar la final en su campo. Los otros le dan un puntapié al entrenador que pierde en propio feudo la opción de seguir hacia la final. Cambian de entrenador. Operación retorno, fichan y hablan de proyecto nuevo. En la otra esquina ponen nombre y apellido a los teóricamente culpables y hablan de lo mismo. ¡Los ricos siguen llorando y el resto mirando!
En medio de esa vorágine estamos nosotros. Nubes y claros. Tratamos de encontrar el mejor rendimiento. Para ello, el técnico elige a los que considera oportuno al servicio de su idea. Frente al Levante veníamos de dos derrotas seguidas y, por tanto, cierto punto de mosqueo. Ya sabéis de sobra de quién y de qué se habla. Me sorprende que jugadores que pasan por aquí, que apuntan buenas maneras, no consigan encontrar el sitio físico y químico que es hablar de capacidades al servicio del proyecto. Sergio Canales hace unos meses estaba con nosotros. Se fue y hoy es internacional absoluto después de cuajar un temporadón, no lesionarse nunca y rendir al mejor nivel con los galones otorgados en la bocamanga. Esas preguntas alguien se las debería hacer (no digo que no las hagan) y encontrar una respuesta y tomar decisiones al respecto. Nos ha pasado con muchos futbolistas. Aquí no se les valoró. Se les puso a parir porque no nos servían. Han seguido sus carreras, disfrutando y creciendo. Alguno de ellos disputó el último mundial. ¡Se me escapa!
Como he escrito aquí más de una vez pertenezco al antiguo testamento del fútbol. Esta semana chateaba con un entrenador guipuzcoano que está en el extranjero con motivo de su cumpleaños. Los dos somos fieles seguidores de Klopp, de la pasión contagiosa del técnico, desde el conocimiento y la sabiduría. El entrenador del que os hablo opta por un juego en su equipo, distinto al que prefiero. Creo en la necesidad de morder en la zona de atrás, apretar en el medio, contraatacar y volar hacia la portería contraria, con extremos y delantero centro a la usanza tradicional. Ese mareo de tocar y tocar, sin avanzar, posesión por posesión, mientras el respetable se duerme (máxime jugando a las nueve de la noche) no va en el libro de estilo del fútbol que me gusta. De los ocho equipos que se han clasificado para los cuartos de final de la Champions, más de uno y más de dos, han abandonado la idea del misticismo. Cuatro equipos ingleses en medio del festejo. Cabría pensar parecido de unos cuantos clubes de la Europa League. Da la sensación de que la tortilla está dando la vuelta.
Con estas moscas revoloteando en mi cabeza, llegaba el Levante. Las declaraciones de Imanol en la previa del partido enseñaban chiribitas y anunciaban cambios. No era ni optimista, ni pesimista. Tampoco estaba especialmente motivado. No encontraba argumentos para venirme arriba, aunque en el fondo esperaba una actuación convincente de los nuestros, como necesitados todos de resarcirnos de los últimos fiascos. Solo servía ganar por la salud del territorio y de los protagonistas del juego. Como quiera que soplaba el céfiro en relación con la poca presencia de canteranos en las últimas alineaciones, el estreno como debutante de Ander Guevara aportaba aire fresco e ilusión en una medular inédita. Octavo debut de un joven de la casa en Primera División. Reconozco que las veces que le he visto jugar me ha gustado siempre. Ayer también.
No fue el debut soñado en liga porque su equipo no ganó. Se nota ansiedad por todos los costados. A medida que el partido avanzaba temblaban las piernas de los protagonistas. Antes y después del inefable empate, una cascada de ocasiones se habían esfumado. Y menos mal que los tres zurditos acertaron en el solitario gol de Januzaj que si no? El pase de Oyarzabal, el centro de Theo y el remate de belga diseñaron una jugada de libro. Debió de valer para ganar. El partido iba claramente de cara y terminó de canto. No soy capaz de explicarlo. Todos los goles que nos meten se parecen mucho unos a otros. Vienen por el mismo camino. Errores que se pagan caro y que suponen decepción. No sé si es de locos lo que nos pasa, pero cuesta mucho gestionarlo.