El Beaterio de Iñaki de Mujika

El día en que me perdí

¡No penséis cosas raras! Perderse en el sentido literal de la palabra. Fue precisamente en Girona, jugando allí en Segunda División. Era la primera vez que acudía. Subí en taxi a Montilivi, conté la historia de un empate a cero, realicé las habituales entrevistas pospartido, recogí los trastos y abandoné el estadio. Anochecía. Decidí bajar andado aquel sábado de octubre. El campo se sitúa en un alto, mezcla de bosque arbolado, chalets de lujo, facultades universitarias y empresas de un parque tecnológico. La vista desde arriba es formidable. Elegí el camino que creí conveniente para volver. Decisión errónea. Cada vez más oscuro y temeroso. Volví sobre mis pasos al punto de partida. En el parking quedaban coches de periodistas y unidades móviles de emisoras. Le eché rostro y a dos chicos jóvenes de una radio local les pedí el favor de acercarme al hotel. Lo hicieron con mucha gentileza por su parte. Hablamos del trabajo de todos nosotros y nos tomamos una cerveza en el bar del hotel. Ellos soñaban con mantenerse en la categoría y yo por abandonarla.

Al año siguiente volví, pero agarrando el volante del coche y aparcando en el recinto protegido de las inmediaciones. Un verano más tarde, de vacaciones, haciendo un recorrido del románico catalán, fui de visita para ver el entrenamiento de una plantilla que entonces contaba con algún futbolista vasco. Pasado el tiempo, aquel equipo que caminaba con calma, ahora galopa. Vive en Primera División, cuenta con recursos inesperados que aporta la propiedad y dispone de un plantel que ha sido capaz de plantar cara en su campo a todos los grandes que por allí pasaron. Nos recibieron en pleno subidón. ¡Que no s aturi la ratxa! En sus filas compiten buenos jugadores. Entre ellos un joven internacional, Pablo Maffeo, que se convirtió en papel secante de Messi el día en que se enfrentaron. El chaval de 20 años persiguió al astro por todas partes, hasta aburrirle. Al terminar el partido, el argentino le preguntó cuántos años tenía, para añadir después “jugar así es una mierda”.

Entiendo que se refería al disfrute y a la felicidad que todo deportista merece conquistar a través del juego, la creatividad y la conquista del resultado. Ser libre en el césped y con alas para volar. La Real se encontraba ayer con ese panorama de frente. Sabía de sobra lo que le esperaba. Al otro lado de la divisoria, un equipo con dos semanas para preparar a conciencia el encuentro y nosotros esperando salir vivos del virus FIFA, de los esfuerzos, viajes, planificaciones y demás chandríos que afectan a la competición y que impiden el normal desarrollo del trabajo. Recién llegados unos cuantos de sus viajes internacionales, como un Willy Fog al uso, otra vez carretera, manta, partido y ver venir.

De todo el guirigay, ni tan mal, solo un afectado por gastroenteritis. Aunque el míster diga que solo se fija en el partido inmediato, es obvio que en su agenda, rodeados con círculo rojo, figuran todos los compromisos del horizonte cercano. Y hasta que lleguen los turrones, si te fijas en lo que viene, entra un vértigo bastante más grande que el que sentía aquel día en que me perdí por aquellos lares. Con este escenario, Eusebio resolvió a favor de Januzaj la titularidad que podía disputar con Canales, porque el resto estaba cantado. Cero sorpresas. Lo mismo que en los gerundenses, con Mojica en banda izquierda en detrimento de Aday, que salió más tarde. En los discursos previos, pero sobre todo en los partidos precedentes, se intuía que el Girona iba a explotar sus virtudes, siempre y cuando la Real se lo permitiera.

Los realistas se perdieron en la maraña de gentes, faltas y presiones que se ejercían en todas las partes del campo. Terminaron por claudicar. No debió ser así. Willian José remató una formidable jugada que ponía partido y marcador en franquía. Quedaban muchos minutos por delante y el equipo debió haber cerrado el encuentro, bien a través de la posesión perdida o del aprovechamiento de las ocasiones, al menos tres, de las que dispuso. Dice la tradición que al equipo de casa siempre hay que darle un gol. Se lo dimos. Cuando quisimos reaccionar fue tarde y además asomaron los cansancios en los futbolistas internacionales. Finalmente, reparto de puntos que me sabe a muy poco. Quisiera añadir un detalle. De los tres encuentros que hemos disputado frente a los tres equipos ascendidos (Levante, Getafe, Girona) sumamos un solo punto de nueve y eso es muy poco. A veces medimos mal, economizamos demasiado los esfuerzos y nos equivocamos en los cálculos. El encuentro de anoche fue una evidencia. Stuani volvió a aparecer por sorpresa y evitó que su equipo perdiera.

Antes y después nos cosieron a faltas, pero eso también entraba en el guion. A veces, urge cambiarlo, para encontrar el buen camino y no caer en el fondo del saco. Ahora toca ponerse abrigo y asumir que el jueves nos podemos quedar helados.

Iñaki de Mujika