Los articulistas deberíamos de hacer, como los jugadores, una pretemporada específica. No es que vayamos a correr, ¡válgame Dios!, sino que conviene desentumecer el mundo de la creatividad y de las ideas antes de sentarte ante el teclado y organizarte. Sinceramente, el partido de ayer en Vigo me sonaba raro (con razón por su desarrollo), como si fuera de otro mundo. Cuando el personal está de vacaciones, con las gafas de bucear y las chancletas, es imposible meterse en la competición y, además, esperar que te motive.
A duras penas aguanté entero el Leganés-Alavés del viernes. Quería ver a Zaldua y a su técnico Garitano, al que respeto mucho y valoro por el enorme esfuerzo que ha debido hacer para llegar hasta donde está. También me apetecía encontrar la mano de Zubeldía en el juego de los vitorianos y tratar de descubrir las novedades. Al principio del campeonato ese es un ejercicio obligatorio. Luego, la tele nos puso en bandeja el Valencia-Las Palmas que agradecí mucho, pero al que no hice ni puñetero caso. No estoy para empachos.
Como no quedaba otro remedio, ayer por la mañana empecé a pensar en lo que tocaba por la tarde. Escudriñé al Celta. Juan Carlos Unzué es un buen tío y además muy buen entrenador. Uno de los jugadores que en su día estuvo a sus órdenes me comentó que había sido de largo el mejor técnico que había tenido en su dilatada carrera. Seguro que al navarro le gustaría entrenar un día a la Real, porque aquí se dan muchos de los parámetros con los que le apetece convivir. Seguro que a estas horas se pregunta cómo es posible que su equipo perdiera y, además, el modo de hacerlo.
Viene del Barça y eso supone mucho aprendizaje y exigencia. Allí no hay términos medios. Sólo sirve ganar y además con un trato exquisito al balón en favor del espectáculo. Los equipos grandes se mueven en esas dinámicas. Hasta ahora todos se consideraban reyes del mambo. Fichaban dónde y cuándo querían. Cautivaban con sus dineros a los futbolistas dispuestos a dejarse querer. Imponían la ley de la fortaleza aunque dejaran al equipo de procedencia como un desierto de arena. Hay tantos casos, y tan cercanos, que no los recuerdo para no enfermar.
El último suceso ha cambiado las tendencias y el marco. Cuando llegaron príncipes y magnates, con más pasta que un torero, y se dedicaron a invertir en clubes, jugadores e instalaciones, los poderosos empezaron a mosquearse porque salpicaba a sus intereses. En medio de las dudas y zozobras, Neymar dijo que prefería la Torre Eiffel a Canaletas, el Sena al Llobregat, el foie a los calçots y el Louvre al Miró. No se lo esperaban ni por el forro. La nueva singladura suponía un desembolso inicial de 222 millones de euros, que es el presupuesto de un club de remo hasta el año 2450, o el de un equipo de Segunda B hasta el 2240. ¡Tela, telita, tela!.
Al Barça le llegó de repente un pastón inesperado y un soponcio del que no se recupera todavía. Se asomó al paisaje del mundo futbolero y dijo: Iñigo Martínez, Dembelé, Coutinho, Paulinho, Mbappé y Chiquito de la Calzada, si estuviera a tiro de correr y gambetear. La prensa se vuelve loca y nos vuelve locos. La Real se puso en su sitio: “O 30 o nada”. El de Ondarroa no dijo en público una sola palabra. En un momento pareció que se marchaba, pero posteriormente da la sensación de que esa operación no se realiza. De la patada que le dieron en el culo, aún le duele el glúteo y ayer no pudo jugar. ¡Iñigo, ponte bueno, que te queremos y te necesitamos!
Hasta que no llegue el 31 o el 1 no podremos estar tranquilos. Cuando al míster le preguntaron en rueda de prensa cómo estaba el panorama, no negó que están abiertos al mercado si aparece una pieza que no sea de museo. Paralelamente, sigue poniendo velas a la virgen de la Paz, patrona de su pueblo, para que no le levanten a ninguno de los suyos en un caprichito de última hora. ¡Matarile! Me sigue faltando un centrocampista, uno de esos imparables de sube y baja, va y viene, y que oxigene a los compañeros de la zona de creación.
Ayer eché en falta que en la línea ancha se robara más el balón, se presionara y se jugara a otro ritmo. A lo mejor, después de ganar, marcar tres goles fuera de casa y remontar por dos veces puede sonar raro lo que digo, pero? No es habitual que un portero se equivoque como lo hizo ayer Sergio en el primer tanto que rubricó Oyarzabal. El penalti fue un regalo del árbitro que metió dentro lo que sucedió fuera y el segundo empate fue un tiralíneas precioso de Willian José que Juanmi no desaprovechó. El chico talismán volvió a marcar en momento de apuro y de paso siguió regando el jardín, pocos minutos después del parón para hidratarse.
Los comienzos de Liga siempre son complicados porque los equipos viven en la incógnita. Los estados de forma no son los mismos. Llegan afectados de la exigente pretemporada física. Por eso, ganar es prioritario y los puntos tapan las dudas. Además, ver en un equipo a Odriozola, Elustondo, Kevin, Illarra, Zuru, Xabi Prieto, Oyarzabal y la alegría inmensa de Imanol Agirretxe conlleva una dosis de valor añadido, unido al compromiso de sus compañeros de equipo en la defensa del proyecto y de la idea. Con permiso de Neymar y las derivas.