Charlaba hace unos días con el entrenador del Lagun Onak, Pablo Turrillas, al respecto de la pasada jornada de liga en Tercera División. Comentábamos en alta voz que si le ganaban al Beasain en Garmendipe y el Balmaseda podía con el líder Zamudio, los azpeitiarras se colocaban líderes. No quería oír hablar de esas cábalas, porque hace semanas, cuando las cosas se parecían, salió el tiro por la culata.
Ciertamente, la historia se repitió. Los vagoneros de Urtzi Arrondo se llevaron los puntos gracias al solitario gol de David Asensio y el primero de la tabla demostró su condición y no se dejó sorprender por el tercero en liza. Así las cosas, los planes de conquista se desbarataron.
Lo de jugar los lunes propicia a veces situaciones parecidas en Primera División. Terminada la jornada y a la espera del encuentro de Cornellá, si mirabas la clasificación comprobabas que una victoria ante el Espanyol proporcionaba un salto espectacular que podía colocarte en la undécima posición del campeonato. Ocasión estupenda de asentarse tras la victoria sobre el Betis y antes de la visita del Granada.
Entiendo que el entrenador albergase esperanzas de cantar una victoria que reforzase la confianza de todos y se diera un paso al frente en el principal objetivo de progresar. La manita de anoche conlleva esa carga de confianza que tanto necesita el grupo. Escribí hace unas semanas que no hay equipo en el mundo que soporte tantas bajas de futbolistas importantes en su plantilla y, añadiría, que el entrenador no las utilice para excusarse y justificar los momentos de zozobra. El parte médico del pasado viernes fue espeluznante. Esto es como un ejercicio de fe, un cheque al portador para quienes creen entender que las cosas con este panorama son casi imposibles. Toca inventar.
Esa es precisamente la tarea del técnico. Eusebio debe convencer a los suyos de que los esfuerzos deben redoblarse ante las dificultades, poniendo cada cual un poco más, porque al final llega el premio. Cuando se pierde el tiempo en lamentaciones que no conducen a nada, dejas fuerzas en el camino. Para el partido ante el Espanyol hacían falta todas y más. El encuentro de la primera vuelta en Anoeta fue un tormento. Derrota en el último minuto, penalti y expulsión del portero, rajadita del entrenador al meta suplente? un pastel con el chantilly amargo o la nata cortada.
Eusebio lo intentó con la misma fórmula, pero con distintos ingredientes. La presencia de Diego Reyes en el pivote era una sorpresa, sobre todo para los que no acuden a Zubieta, ya que el portugués entrena habitualmente en esa posición. Le volvió a dar a Héctor la responsabilidad del lateral izquierdo, aunque en el banquillo ocuparan plaza Yuri y De la Bella. Cambió la posición de Illarra y volvió a decirle a Mikel Oyarzabal que las oportunidades están para aprovecharlas, aunque fuera más escorado hacia la banda. Tocaba esperar y ver el desarrollo de los acontecimientos, aunque en la decisión del preparador había factores de riesgo.
Sin duda, cuando ganas fuera de casa por goleada, no cabe siquiera rechistar, porque el ancla cogió sitio y además se animó a marcar un gol de soberano cabezazo. Por si fuera poco, Oyarzabal y Rubén Pardo hacían magia con un balón que el eibarrés mandaba al fondo de la red con un zurdazo monumental. Lo que pasa es que el centrocampista que le dio el pase participó en tres de los cinco y firmó un partido de los que se recuerdan. Todo vino como valor añadido al inicio sorprendente con los goles de Jonathas y Vela, que aprovecharon a la contra el desconcierto de una defensa que hacía aguas por todas partes.
Es ahora cuando cabe hacerse una pregunta. ¿Por qué este equipo hace dos semanas deambuló por Gijón y ayer fue una de esas olas impresionantes que azotan la costa? No soy capaz de ofreceros una respuesta, pero bendita goleada.
Esos puntos y la holgura del triunfo salvan el gol-average y nos ponen en un sitio más reconfortante, mejor todavía si ante el Granada el próximo domingo los puntos se quedan en casa y no aumenta el parte médico que es algo con lo que debemos contar. Mientras tanto, del mismo modo que cuando se pierde las caras son de póquer, cuando se gana hay que celebrarlo, como el jueves cuando se reunieron los chicos en santa compaña con traje de faralaes.