Los partidos de las diez de la noche son un martirio. Hasta que llega la hora te pierdes en los recodos de la habitual jornada para prolongarla hasta el infinito. A eso de las ocho de la tarde, cuando comenzaban varias citas de la jornada, decidí pasar de todos y buscar algo que me entretuviera o, al menos, alejara de mí la idea de Sevilla que venía machacándome desde el fiasco almeriense.
En el recorrido de canales encontré una de esas telenovelas de miles de capítulos que constituye éxito de audiencia y que se mueve entre amores, desamores, encuentros y desencuentros, venganzas, odios, asesinatos? Pasión de gavilanes. La familia Elizondo protagoniza lo fundamental y en torno a ella giran las idas y venidas. De los muchos personajes que circulan, dos me gustan por encima del resto: Franco y Eduvina, que protagonizan el inefable Michel Brown y la veterana Talú Quintero. Ella es una adinerada y madura viuda que se enamora del joven apuesto prendado de una cantante que no le da ni esperanza. Celebro el juego de ambos.
Espero no engancharme como con aquellas radionovelas que en tiempos más jóvenes sonaban en las emisoras y contaban con multitud de seguidores todos los meses del curso y varias temporadas. Simplemente María arrasó. Ese verbo es el que conjugan los equipos que compiten y van a por el contrario como si fuera la última vez que disputan un partido, en este caso, de fútbol. La pasión y la conquista van de la mano.
El juego se ha ido complicando cada vez más, lo mismo que las relaciones entre estamentos, la organización de los partidos y el desarrollo de los mismos. Fíjate simplemente en el árbitro. Cuando empecé en esto, los colegiados vestían de negro, usaban reloj y silbato y nada más.
Ahora son como el maletín de la señorita Pepis. Van de colorines, usan dos relojes, más otras tantas tarjetas de dos colores, más cartulina y boli. Además de pañuelo para los mocos, les han puesto pinganillo y lo último es un aerosol-spray para hacer una raya de ida y vuelta sobre las botas de los jugadores. Las marcas deportivas están encantadas, ya que las cámaras ofrecen primeros planos de los modelitos que se gastan las figuras. La cosa es complicarlo todo cada vez más.
Los entrenadores les siguen de cerca. Lo quieren tener todo controlado. Tanto que a veces se pasan y dejan imposible la creatividad de los protagonistas. Les someten al guion diseñado que es imposible saltárselo. El partido del Pizjuán respondía a esta idea, porque los dos entrenadores prepararon el encuentro con las lecciones pasadas aprendidas y con la esperanza de ganar la partida, sobre todo Arrasate que lo necesitaba más. La primera sorpresa pudo ser la alineación de Mikel González el día de su cumpleaños. La siguiente, la presencia de Gaztañaga; y la tercera, que de la raya hacia delante todos los protagonistas salieran en su sitio.
Emery rotó de lo lindo y diseñó un equipo poco habitual, con Reyes y Deulofeu en las bandas como queriendo decir que su objetivo era abrir el campo y entrar por los flancos. Volvió Beto a la portería y situó de central a un chico de apellido impronunciable que escribiéndolo, Kolodziejczak, casi pierdes la juventud. La partida estaba planteada con las armas al descubierto, pero con las intenciones ocultas.
Los partidos se resuelven muchas veces por pequeños detalles. Si cometes un error, el contrario lo aprovecha. Y como antes de que Deulofeu rematara el primer tanto del encuentro se produjo un fallo coral, el match se puso cuesta arriba una vez más. Desde que comenzó el campeonato no hemos llevado ventaja nunca, siempre a remolque. Las remontadas son posibles ante equipos inermes e imposibles, pero no ante los trabajados y pasionales.
En todo el segundo tiempo ni un solo tiro a puerta, y una oportunidad que remató Chory al lateral de la meta de Beto. Poca leche. Si lo sé no vengo y me quedo en casa con los gavilanes, aunque antes, porque es de justicia, debiera destacar el estupendo partido del cancerbero Zubikarai.