Misión cumplida, Había que pasar y se pasó. Ganando, porque no quedaba otra. Ningún empate nos favorecía y quedar en la estacada hubiera significado un desastre en el camino que llaman de la recuperación o de la regeneración del proyecto a través de las nuevas ideas, que no son nuevas, del entrenador elegido para liderarlo.
El primer respiro, y además profundo, nos lo dio a todos el remate de Finnbogason. Primer gol desde que llegó y que además nos evitaba la prórroga, que para un periódico es una faena y para quienes debemos escribir un artículo o una crónica, también. Se deben cerrar las ediciones a toda pastilla y te aprietan con el akuilu para que corras y acabes cuanto antes porque la rotativa espera.
El tanto daba tranquilidad porque orientaba las cosas hacia la conquista del objetivo final que no era otro que pasar de ronda y coger moral para el último envite antes de txistorras y turrones. Como era previsible, Moyes optó por un equipo poco habitual y lejano al de cada fin de semana, porque ya dejó claro el martes que lo prioritario es la Liga, aunque le gustaría ganar la Copa. No, pero sí. Sí, pero no. Se cubrió bastante. Hizo debutar a Aritz Elustondo, jugador que me gusta desde hace tiempo, pero tiró de galones con Anso, Iñigo, Zuru, Canales, Pardo y Finnbogason.
Como además se nos van cayendo efectivos del plantel, muchos de ellos titulares e, incluso, jugadores determinantes, necesitamos como agua de mayo buenas noticias. Eliminar al Oviedo era una de ellas, porque en este torneo, excepción hecha del curso pasado, acumulamos tantos fiascos y decepciones que el zurrón está abarrotado de fracasos.
Uno, no menor, se refiere a los horarios y a la estructura de la competición. Las diez de la noche en diciembre deberían prohibirse por decreto. El entrenador alucina en colores porque sus costumbres y las nuestras son irreconciliables. Por ejemplo, el martes, cuando compartió cena con los periodistas que acuden a Zubieta habitualmente, se despidió a las diez y media de la noche porque era tarde y a esa hora los humanos se van a la cama. Salvo que se queden a ver Adán y Eva o el aburrido y tedioso partido de cada jornada. Es decir que, a la hora en que Moyes dobla la oreja, ayer trataba de no dormirse y mantenerse vivo y en pie, tratando de que los suyos no cayeran.
Quiso recuperar una vieja costumbre que instauraron Ormaetxea y Boronat hace décadas. Cenábamos una vez al año. Pagaban ellos. Entonces había menos medios y la relación era absolutamente diferente. Mucho menos sofisticada que ahora. Luego se perdió y el propio Marco la recuperó cuando se encontró al frente del equipo. Posteriormente, no recuerdo más zambras de este estilo hasta la que nos ocupa.
Menú de cinco platos y postre: ventresca de atún, ensalada de lechuga y gambas, huevo escalfado sobre fondo de champiñones, merluza y plato de carne que era pato. Pantxineta y café. Antes del inicio, unas birras con picoteo. Al concluir, el míster tuvo a bien regalar, como buen escocés, una botella de whisky a cada comensal. Anoche tocaba bocadillo y cantimplora.
El partido en sí mismo se pareció bastante al de la ida, ya que ambos técnicos repitieron con bastantes de los mismos protagonistas. Egea apostó por dos cambios con presencia de Generelo y Sergio García en el titular de los astures. Me dio pena no ver a Susaeta en ninguno de los dos encuentros porque seguro que le hubiera gustado enfrentarse a alguno de sus antiguos compañeros, pero el Oviedo prioriza la Liga. Defendió como sabe hacerlo, pero no pudo evitar el tiralíneas de Rubén Pardo a Hervías y el balón que el islandés aprovechó para sentir a qué saben los abrazos y para quitarse un peso de encima.
Bueno, dos, porque firmó el segundo tanto. El de la tranquilidad también correspondió a uno de sus remates. Pudo marcar un tercero, quizás el más fácil, pero tampoco es cuestión de que se pegue un atracón. Me alegro por él y por los que confiaron en su fichaje, porque tengo la sensación de que se le ha faltado al respeto. Nos cae bien y le queremos.