El Beaterio de Iñaki de Mujika

¡Lukitas, qué grande!

Esperaba un gran día para él. No hace muchas semanas nos fuimos a comer al borde del mar para hablar y hablar como tantas otras veces. Fue después de un mal resultado. Pese a lo mucho que entrenaba, y entrena, las cosas no salieron como esperaba, porque le faltaban sesiones de calidad. Apenas había pisado la nieve y la competición llegó demasiado pronto.

Acaba de cumplir veintiún años, pero parece que su mochila lleve el doble de experiencia. Lejos de buscar pretextos y excusas, reconocía las carencias y tenía claro qué hacer y qué camino seguir. Buscó la nieve y compitió con mejores sensaciones, aunque la falta de presupuesto para viajar a otras pruebas dejó a medias el cálculo de probabilidades.

Había fijado los ojos en la Copa del Mundo. Metió horas y horas en el gimnasio del día a día en el que se encuentra con Paul de la Cuesta su amigo y compañero de muchas fatigas y dónde trata de mejorar la condición física y la fortaleza. Llegó el día de Veysonnaz (Suiza), un fin de semana para medirse. La respuesta fue fantástica. Un primero y un segundo que le daban buenos puntos y unos nada despreciables cheques en francos suizos que le vienen muy bien para sobrevivir y seguir haciendo camino.

Liderando la prueba, solo le quedaba el último escalón. Le esperaban este fin de semana en La Molina. Él y sus rivales, todos dispuestos a fajarse en espectaculares cuerpo a cuerpo. Superó la clasificación y llegó el gran día. Lidera los octavos y pasa a cuartos. Queda eliminado y debe esperar a los contrincantes. Algunos ya habían fallado antes (Hill, el canadiense) y los más cercanos, un ruso y un australiano, no sumaban los puntos suficientes para alcanzarle en la general. Tiempo de espera y nervios efervescentes.

Los jueces tiran de calculadora y proclaman que Lucas Eguibar se proclama ganador de la Copa del Mundo, que lleva parejo como premio un globo de cristal. Verle sonreír en lo más alto del podio no se paga con dinero, porque solo él sabe, mejor que nadie, todas las penurias del camino para llegar hasta aquí. Es increíble que, pese a los pocos recursos y mínimas ayudas, alcance ese punto de maestría que le sitúa en la cúspide. ¡Lukitas, eres grande! Os aseguro que si no fuera tan fuerte e hiciera frente a las adversidades como lo hace, a estas horas hablábamos de otra cosa.

Recuerdo los días previos a la cita de Sochi 2014. Lucas tenía un tobillo como una calabaza. No le cabía la bota y se podía quedar fuera de vivir un sueño. Horas y horas de masaje por parte de los fisios porque necesitaba la competición. Consiguió un diploma olímpico y aprendió, sobre todo, a valorar lo que pueden influir los elementos no entrenables. Por eso, esta Copa del Mundo le refuerza sobre todo en lo anímico.

Ganar en una final a rusos, canadienses, norteamericanos, franceses, australianos, noruegos, italianos, eslovenos, alemanes? es un éxito real y rotundo. Por supuesto, nada comparable a una racha consecutiva de tres victorias, cuatro o cinco, de cualquier equipo de fútbol, baloncesto o balonmano que se jalean como si anunciaran el fin del mundo, en tanto que un logro como el que comento apenas se reconoce.

A veces da la sensación que estemos faltando al respeto a estos deportistas casi anónimos que se dejan la piel a cambio de casi nada, o nada que no sea la satisfacción personal y el premio a tantos esfuerzos y desazones. Ayer Lucas y el piragüista Iñigo Peña, por ejemplo, se proclamaron campeones de España en sus modalidades.

Por eso, cuando nos ponemos a aplaudir y alabar que la Real, el Athletic, o el que sea, ganan unos cuantos partidos seguidos y consideramos eso una gesta, solo puedo mirar hacia otro lado, precisamente el que ocupan un montón de deportistas guipuzcoanos a los que admiro. Simplemente que les llames un día, les hagas una entrevista y les des un poco de bola, lo agradecen porque toda ayuda para ellos es un capital.

Ese agradecimiento llegó ayer al corazón de Alfred Finnbogason. Sintió la alegría del gol, primero en la liga, y sobre todo la solidaridad y el cariño de todos sus compañeros y demás componentes de la jalea que se abrazaron. Valor grupal de vestuario. El tanto del islandés cerraba el partido, certificaba la victoria ante un Córdoba al que le pasó de todo y nada bueno. Que a día de hoy, a un equipo, le expulsen tres jugadores sin dar una mala patada?

Enlaza la Real tres triunfos. Se instala en la zona cómoda de la clasificación y mira más hacia arriba que para atrás. El equipo se endereza aunque ayer Rulli brilló más que el sol del eclipse que no vimos.

Iñaki de Mujika