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La cerveza en Sevilla

No sé la razón, pero en Sevilla la cerveza entra mucho más fácil que en cualquier otra parte. Bebes unas cuantas y no pasa nada. O, al menos, eso parece. He tratado de encontrar las razones. Dicen que es más ligera y que como se tira tanta está mucho mejor. Digo esto, porque hace unas semanas, nada más llegar por la tarde noche, nos fuimos de cabeza a Casa Modesto y cayeron una tras otra, al tiempo que pasaban platos de jamón fritura de la casa, brochetas y alguna cosa más que no recuerdo.

Luego, por la noche en la cama del hotel, sudas y sudas, porque por algún poro tiene que salir tanta Cruzcampo. De joven, la cerveza no me gustaba, pero con el tiempo disfruté y aprendí a valorar los sabores. Recuerdo  Bruselas, sentados en un velador de la Grand Place, creo que en "Le roi d’Espagne", una tarde calurosa de verano. Nos propusieron una carta para elegir. Pedí la de nombre más rimbombante "Blanche de Hoegaarden". Tuve la sensación de fortaleza con muchos e indescriptibles sabores afrutados en boca. Tanto como el precio de la caña, que rondó los nueve euros.

También una vez en Praga disfruté con unas Pilsen que desconocía hasta entonces. Lo mismo en Munich, con aquellas pedazo jarras que nos servían en "HB" en Platzi, con banda de música y todo. Aquella sí pegaba y, entre risas y salchichas con chucrut cogí un "pedal" cariñoso. También Londres aunque aquí como la sirven menos fría me gusta menos.

Vuelvo a Sevilla. Decidimos hacer camino siguiendo la carrera habitual de los pasos en Viernes Santo. Un taxi hasta La Campana, la popular pastelería cuyos escaparates te dicen "cómeme, cómeme". Sus torrijas en cuaresma son monumentales. Andando por la calle Sierpes oímos de fondo música de una banda. La encontramos entre Rioja y Plaza de la Magdalena. Se aprecian caras muy cansadas después de muchas horas moviendo el paso. Es la procesión de la Cofradia de la Virgen del Rosario de los Humeros. Me lo dice uno de los chicos jóvenes que lleva un farol apagado. Hago fotos.

Retomamos el camino hasta llegar a la Giralda y seguir hacia La Maestranza. Hace un día estupendo. Sol y temperatura agradable, sin sofocos. El antojo se llama ahora "El Serranito". Está en el Arenal, tras la plaza de toros en Real de la Carretería. Plato de jamón y cañas. Lo cortan con una habilidad extraordinaria. Rico que te mueres. La primera caña cae como Sansón ante los Filisteos. Sin pedirla, ya te sirven la segunda. Como vamos de ronda, probando sitios, pedimos la cuenta. "Le hago prezio para que vuerva uzté!.  ¡Volveré!.

A la salida, haciendo esquina está uno de los famosos "Cinco Jotas". ¡Más jamón sería gula!. Como habíamos desayunado bastante tarde apenas había sitio para nada más. Así que caminata en busca de siesta.

Iñaki de Mujika