Llegar a Huelva significa recorrerse un territorio de punta a punta. Con la ayuda del "Tomtom", las cosas suceden más fácilmente. Destino: El Terrón, la salida al mar, el puerto de Lepe junto al Río Piedras. Marismas y restos de una grandeza pasada, cuando el cauce estaba dragado y los pesqueros podían llegar hasta la vieja lonja, que hoy derruida ya no existe. Muy cerca permanece intacta la leyenda sobre el hallazgo de la imagen de la patrona de Lepe, la Virgen de la Bella.
La primera noticia corresponde al fraile Fernando de San José, residente del convento franciscano, en el año 1673. Esta leyenda dice así: "El 15 de agosto, alrededor del año 1484, mientras paseaban los frailes por las orillas de El Terrón, una embarcación tripulada por tres marineros se detuvo junto a ellos. Descendieron del barco con una caja de madera y rogaron a los frailes que la custodiasen en el convento hasta el momento en que pudiesen volver a por ella. Aceptaron tal tarea, y durante unos años estuvo guardada bajo la protección del cenobio, hasta que un día un fraile de la Orden Tercera de San Francisco pidió abrir la caja en presencia de todos los hermanos. Tras ser favorablemente resuelta su petición, se abrió la caja y apareció la Sagrada Imagen, y en ese instante todos exclamaron a la vez: ¡Oh, que Bella!. Esa es la causa de su advocación.
Con ese nombre, Restaurante La Bella, Manolo Romero dirige un establecimiento, también conocido como Casa Revuelta. En la fachada se refleja en azulejos la historia que acabo de comentarles. Manolo es uno de esos seguidores inquebrantables con los que cuenta la Real Sociedad en la diáspora. Nos conocemos desde hace bastantes años. Quise visitar su casa. Era la ocasión. Nunca había pasado de Huelva hacia Portugal, por lo que todo era novedoso. El paisaje, la luz, los caminos, el sol, los colores, los aromas. El GPS no se confunde y nos detiene en la puerta. Al traspasar el umbral, nos damos un abrazo y hace sonar por toda la sala el "Txurirudin", el himno realista que tampoco habrá resultado extraño en la mesa que comparten algunos directivos que acompañan al equipo.
Las tres de la tarde y una "jartá" de hambre. Pulpo que en carta se denomina "Light", cortado en láminas y con una graciosa vinagreta. Bandeja de gambas cocidas. Bandeja de gambas a la plancha. Coquinas, Chocos, más un "surtidito" de chacinería y queso. Rape a la parrilla antes del postre que, obviamente, deberían ser unas fresas. Las pedimos con zumo de naranja, aunque en la mesa de al lado se las comieron con leche condensada y, más allá, con un chorretón de nata montada. Café. ¡Comemos como generales!. Sobremesa reparadora. Dos horas más tarde salimos del recinto y nos hacemos unas fotos en el viejo puerto y en la fachada del restaurante.
Manolo nos sugiere (y se lo agradezco) que vayamos a Isla Cristina y que visitemos la lonja. Por la carretera de la costa se llega fácil. La Antilla, Isla Antilla, los grandes núcleos turísticos que ofrecen la imagen del tiempo de espera, con todos los edificios cerrados y las persianas esperando a que alguien las levante cuando el viento sople fuerte y los calores del verano achicharren. Llegamos al puerto a la hora de los barcos. Es un espectáculo. Una tras otro atracando en el muelle. Descargan las capturas en cajas azules perfectamente ordenadas sobre palés. Directamente a la lonja y al espectáculo de las subastas. Hago fotos de peces que desconozco, por ejemplo las naranjas cintas. También de pescadillas, gambas, almejas…, pero impresiona un cazón, un enorme pez de la familia de los tiburones. El mar parece algo bravío por el oleaje, pero los pescadores ni se inmutan. Cumplen con su faena ante la atenta mirada de quienes cuentan con una ocupación o simplemente, como nosotros, son unos curiosos.
Miramos al reloj y son las seis. Hemos venido a un partido de fútbol. Otra vez el ordenador que nos conduce por los caminos de Cartaya y El Aljaraque antes de llegar a la desembocadura del Odiel. Estamos en Huelva.
Datos de la ubicación: