Australia acogió la primera prueba de Fórmula 1 correspondiente a la presente temporada y apunta alto en lo que a emociones se refiere. El resultado de la carrera rompe con el final del pasado ejercicio. Aparece el “iceman” Raikkonen, le sigue Alonso y Vettel cierra el podio. El dominio tradicional de los Red Bull deberá esperar, porque Webber terminó sexto.
Es decir que, Lotus y Ferrari salen mejor con dos buenos pilotos al frente. El hombre frío de Finlandia y el aspirante a ganar con un coche que parece mejor que hace un año. Pero queda mucho y sacar conclusiones a estas alturas parece una osadía.
La prueba de Australia no defraudó entre otras cosas porque la lluvia obligó a tomar medidas de víspera, a elegir un tipo de neumáticos y a modificar estrategias en relación con las paradas o entradas a boxes. Massa, por ejemplo, no entendió que le parasen.
Buena culpa la tuvo el alemán Adrian Sutil que había elegido compuestos superblandos, mientras que el resto lo hizo con medios. Vettel, por ejemplo, afirmó que los Pirelli eran un desastre, Raikkonen, perfectos y Alonso no les hizo ascos. Sutil se detuvo una vez menos que sus oponentes y provocó algún atasco mientras lideraba la prueba, dificultando los adelantamientos y obligando a modificar estrategias. Ahí surgió la experiencia del finés, que es como un témpano a la vez que impecable piloto.
Sin demasiado tiempo para reaccionar llega ahora la cita de Malasia, otra prueba diferente a la de Australia, nocturna, con largas rectas para pedir a los coches el máximo. Quizás entonces, lo que ahora apunta se consolide. O al reves. A veces, los buenos inicios determinan el paso de la temporada porque añaden confianza y seguridad, mientras que los fracasos, o los resultados que no responden a las expectativas, conllevan ir a remolque toda la temporada. Lo saben todos. Por propia experiencia.