Se habla mucho de dependencia. En el deporte los equipos se construyen en torno a una columna vertebral y se rematan con los mejores jugadores. Todo depende de los recursos de cada cual y de la capacidad de atraer con sus proyectos a los más grandes. Los procesos se organizan en torno a dos opciones: Fabricar y dejar crecer al deportista desde el inicio o contratarlo una vez se comprueba que el rendimiento es óptimo. La diferencia en los costes es descomunal.
Los cuatro equipos que acceden a la semifinal de la Champions se forman de diferente manera. En el Barça se habla de “Messidependencia”. El argentino es casi siempre decisivo, incluso cuando no está sobre el terreno. Los catalanes se pierden buscándole. Por eso, si la situación se torna compleja, como ante el Paris St. Germain, el técnico debe recurrir a él, aunque esté medio cojo y en condiciones poco óptimas para el juego. ¡Se lo jugaban todo!.
La resultante es inmediata. Cambian los propios y los ajenos. Los franceses se acobardan, se echan atrás para defender su ventaja y terminar sucumbiendo, porque en un tris tras, un par de aceleraciones, un pase y un remate final les echan de la competición.
El Real Madrid está plagado de jugadores contratados a precios desorbitados, pero disponen también de una dependencia. En este caso, la de Cristiano Ronaldo. Sus goles son muchas veces decisivos. Cuando no está en el terreno de juego, sus compañeros le echan en falta, porque no existen entonces ni las carreras, ni la velocidad, ni el contundente remate, ni la fortaleza. Demasiadas realidades que otros no pueden asumir porque, por muy buenos que sean, no alcanzan su nivel.
Por tanto, en el mismo plano de la competición conviven dos equipos de construcción diferente que alcanzan los objetivos para los que han sido organizados. Algo similar sucede con los dos conjuntos alemanes. El Bayern ofrece un elenco de grandes jugadores. En todas las líneas conviven la fuerza y la calidad.
No son fáciles de ganar, porque hay muchos futbolistas que pueden aparecer en cualquier momento. A los Robben, Ribery o Schweinsteiger se une siempre el referente ofensivo. El croata Mandzukic es un futbolista que todos los equipos quisieran disponer en sus plantillas, pero es en Munich en donde lo disfrutan.
La versión colectiva del juego está en Dortmund. Allí se sienta en el banquillo un entrenador estupendo. Jürgen Klopp ha construido a su alrededor un conjunto con menos estrellas, pero con un pedazo delantero que atiene por Lewandowski y sobre el que giran todas las opciones ofensivas de un equipo popular, con menos presupuesto que sus rivales, pero capaz de ofrecer respuestas exitosas en los momentos de máxima exigencia.
Cuatro plantillas, cuatro estilos y cuatro dependencias. Todos, de sus delanteros goleadores que en el fútbol es lo que más se cotiza. En eso el tiempo no ha cambiado nada.