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Y el mayordomo estaba con diarrea

La liga habita en un edificio de 20 plantas. Nadie quiere las tres más cercanas a la calle. El bajo, el entresuelo y el principal son peligrosos. Contaminación acústica, contaminación atmosférica, posibles robos y el riesgo inequívoco de que entren los ocupas, te desalojen y te dejen en la acera con lo puesto. Los inquilinos buscan pisos más altos y más seguros……

A la Real le gusta andar por el 10º. Es una superficie amplia y cómoda. Tiene mucha luz y aire fresco, aunque otros inquilinos también apuestan por esa vivienda. Hasta ahora los propietarios habían defendido con entusiasmo su parcela, habían pagado las letras del préstamo y se habían hecho fuertes. Pero, desde hace unas semanas, se echa en falta un perro guardián, leña para la chimenea, cera para los muebles, un ama de llaves y desde hace siete días un mayordomo que lleve el peso de la casa. Los amos andan preocupados por tantas carencias. Deben reaccionar si no quieren perder el piso.

La casa del Villarreal roza el ático y se asemeja a un dúplex, alicatado hasta el techo. Alfombras persas, caviar, oropeles, damas de alta alcurnia y un señor mayordomo que atiende por Román. Lo ordena todo. Lo gobierna todo. Lo controla todo. Lo decide todo. Es un mandamás.

El administrador Esquinas les convocó a una reunión. De noche y en el césped del jardín. El beaterío se asomó abrigado, con guantes, gorros, bufandas y abrigos. La sesión comenzó con  lectura. Cifuentes sacó un libro que Nihat leyó en alto. "La pasión turca". Y todos los concurrentes encantados con el argumento aplaudieron entusiasmados.

Tomó la palabra el mayordomo y relató cómo cabalgan los gauchos en La Pampa.  Su cuento era precioso. El respetable se ensimismó y mirando al horizonte no se enteró que le robaban la cartera. Un veloz recadista, Guayre, se sintió a gusto. Tomó la iniciativa. Cogió una guitarra y cantó una "isa". El público desde los balcones le jaleó de tal modo, que, animado, regaló una propina, un "bis".Cerró sesión el mayordomo. Pasó la bayeta sobre el mueble más preciado y le sacó tal lustre que al vecindario, ante tanta brillantez, no le quedó más remedio que cerrar las ventanas. En cada planta se oyeron comentarios y susurros de admiración, pero ninguno de los vecinos notó en toda la noche que el mayordomo llevaba tres días con diarrea…

Iñaki de Mujika