El verano del 2007 me llevó por primera vez a Formentera. Necesitaba paz y tranquilidad. Cambiar de "chip" y que nadie me hablara de la Real Sociedad, del Bidasoa y del Gipuzkoa Basket, los tres equipos que perdieron la élite de sus deportes al final de la temporada. Un drama, tanto descenso.
Agradezco mucho a David Barrufet y a Fernando Hernández,excelentes jugadores de balonmano y sobre todo amigos, que tiraran de mi "body" y me convencieran para coger aviones, barco y dar con mis huesos en la isla. Recomendable de todo punto. Ni ordenador, ni cobertura de móvil. Aguas cristalinas en playas serenas. De mis días en esta isla podría escribir capítulos. Elijo uno al azar.
Me uní al grupo constituido. Una especie de "troupe" catalana con otras ingerencias geográficas. Yo era una de ellas, pero la hospitalidad funcionó a las mil maravillas. En una mezcla de deportistas, empresarios, pescadores, periodistas, trabajadores, solteros, casados, niños…la pluralidad enriquece y las propuestas también.
Costa, pertenece al grupo, como autóctono de la isla. Posee dos tiendas de ropa. Camisetas con diseño propio. De todas las tallas y colores. Una, en Sant Francesc. La otra, en "Es Pujols". En esa encontré lo que quería. ¡Tallas difíciles!. De su playa salió un barco en el que no me atreví a montar. Uno tras otro se subieron. Opté por llevar el coche hasta "Es Caló". Tocaba comer en Casa Pascual. Se anunciaba caldereta de langosta. Para cuando quise llegar, el barco estaba atracado en un pequeño y hermoso puerto.
Jamás en mi vida comí una caldereta mejor. Repetí, una, dos y creo que tres veces. Para empezar, unos entrantes. Cocina mediterránea. Pescado cogido allí. Mejillones, gambas…y luego la caldereta, regada con fríos blancos de Rueda, después de unas cañas de calentamiento. Antes de que eso suceda, para que el tiempo de espera sea más llevadero, te sirven de aperitivo "pan con alioli" (monumental) y aceitunas amargas.
El sitio es muy normalito. No esperes rocallas, flores, lámparas, mantelería moderna. No. Allí sólo se va a comer bien. Se nota, porque hay poco "guiri". Isleños y turismo nacional. Dispone de una terraza, con fuente y pequeño bosque de pinos.
Siguiendo por la carretera, camino de La Mola, está "El Mirador". Su terraza se abarrota al atardecer. Los clientes se pelean por pillar mesa desde la que disfrutar de una espectacular puesta de sol. Desde allí se divisa la isla entera. A esa hora, llegan cientos de personas todos los días para disfrutar del espectáculo. Una vez que el sol se esconde, el lugar recobra la calma y las cenas pueden servirse. Hice unas fotos "chulis".