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¡Hacía falta como el comer!

La segunda jornada de liga llevó a la Real hasta Ipurúa.. El derby guipuzcoano concluyó con 0-1 favorable a la Real. Gol marcador por Gerardo, de penalty.

En la reciente pretemporada vi más partidos del Éibar que de la Real. Me gusta este equipo. Tiene las cosas claras. Un consejo que marca pautas irrenunciables-cuando lo hizo perdió la categoría–, un director técnico que sabe cómo moverse para componer una plantilla competitiva. Un entrenador. Un equipo. No sé cuánto sabe "Manix" de fútbol, pero es obvio que una de sus grandes virtudes es el manejo de grupos. Lo ha demostrado con creces. En el pasado ejercicio tenía un reto difícil. Lo superó y se estrena en una nueva categoría en la que debe explotar las características de sus futbolistas. Entrega sin límite, actitud irreprochable y paciencia para saber que el momento decisivo del partido llegará.

Y, allí, entonces, deberán aprovecharlo. Incluso, la propia publicidad de su camiseta, que anuncia hierros, advierte de la fortaleza del colectivo. Acudí a Ipurúa. Quería balcón corrido en lugar de cabina. Me gusta sentir la grada, palpar el ambiente, oler a los futbolistas y ver sus caras. En eso, los campos de Segunda, menos el de la Real y algún otro por ahí perdido, constituyen para mí una alegría. No todo iba a ser malo. Semana de carteles anunciadores "Sin perdón". Con el arma cargada para disparar en cuanto el enemigo se pusiera a tiro.

Pero, la Real no quiso jugar ese papel. Todo lo contrario. Su entrenador cambió a cinco, con Vaughan debutante. Dotó de más consistencia a la zaga. Apretó y fue apretada. Ganó un penalti y lo transformó. ¿Quién?. Gerardo. Un futbolista profesional al que hemos querido echar, al declararle transferible. Pero su concurso fue necesario para sustituir al lesionado Martínez y para decidir con su derechazo un igualado encuentro. A los realistas les supo la victoria a gloria y se abrazaron al final, como los novios amartelados, como si hubiesen ganado el campeonato. Fiel y real reflejo de la tensión con la que vive nuestro vestuario. El Éibar fue ayer ejemplar en todo, sobre todo en la manifestación pública de sus virtudes. Tiene camino por delante, con objetivo definido. Igual que la Real que en un par de días se pega un viajecito a Las Palmas para jugar una copa que desde tiempo inmemorial le siente fatal. Las de anoche, si las hubo, tuvieron buen regusto. La victoria hacía falta como el comer. Hace una semana escribía aquí que la paciencia debía ser virtud y necesidad. Los triunfos, también.

Iñaki de Mujika