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La novia era rubia, entradita en viandas…

Faltando bastantes minutos para el inicio del partido, saltaron al césped dos novios. Ella y él. Es decir, como mandan los cánones. Vestían a la manera tradicional. La novia era rubia, hermosa, entradita en viandas, feliz como todas las casaderas y cordobesa del Córdoba. Cambió el ramo por una bufanda de su equipo y pisó terreno, arrastrando su cola, la del traje, junto al hombre que más le ama. El árbitro les acompañó, los linieres y los capitanes formaron elenco y la mujer, ni corta ni perezosa, se fue al balón y le pegó un derechazo con el interior de su blanco zapato, corto en tacones. Saque de honor.

Lo envió hacia campo realista. Nos dio suerte, mucha suerte, porque a los seis minutos ya ganábamos 0-1, "gracias a una jugada de estrategia" que el equipo entrenó el sábado por la mañana por obra y gracia de su responsable técnico Eizmendi, quien, en un ejercicio de humildad no exenta de satisfacción, orientó todo el mérito del partido y de la victoria hacia sus jugadoraes, incluidos los debutantes para los que tuvo palabras de elogio.

Desde ahí hasta el final, todo fue explosivo. Ni una tregua se dieron los contendientes para recapitular y contar las fuerzas que les quedaban para afrontar el resto de la contienda. La Real pudo llegar al descanso si hubiera sabido resolver las ocasiones francas que tuvo para sentenciar. No lo hizo hasta bastante avanzada la segunda parte. Dos pases fantásticos de Martí y sendos remates de Díaz de Cerio cerraron un encuentro que el Córdoba trataba de orientar de su lado, poniendo toda la carne en el asador, incluido el alto Arturo.

La Real jugó ayer muy bien. Se lo pudo complicar, pero acertó a defenderse con Riesgo en su sitio y a contraatacar hasta agotarse. Tres goles fuera de casa y mogollón de ocasiones para certificar el buen momento de un equipo que se merece más respeto. Lo he escrito más veces. Casi es un milagro que, cayendo lo que cae, ese vestuario se sobreponga a tanto vaivén, se vaya arriba y ofrezca versiones como la de ayer en El Arcángel. ¡Olé sus huevos!.

El último párrafo se lo dedico al presidente que debe estar feliz por la marcha del equipo. Nos encantan las victorias y las celebramos, pero esta semana se ha equivocado dos veces. Una, con Salva Iriarte. Está en su perfecto derecho de elegir los componentes de su proyecto y decidir las personas que lo lleven adelante, pero las formas han sido lamentables. Debería excusarse públicamente, porque el técnico firmó el contrato que le ofrecieron y está en su derecho de reclamar lo que es suyo. La otra cuestión muy mal gestionada lleva el nombre de Juan Carlos Oliva, y, por añadidura el de Pako Ayestarán. Por un error puede perder al principal valedor de su proyecto deportivo. Sería una catástrofe que debe evitar por su bien y el de la entidad que preside.

Iñaki de Mujika