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Como las viejas escopetas de feria…

Tercer técnico del año. Juanma Lillo debutó en Anoeta haciendo bueno el dicho: "A entrenador nuevo, victoria segura". No faltó ni el sufrimiento, ni la remontada. El Hércules se adelantó en la única jugada en la que se aproximó con peligro al área realista, pero Delibasic y Fran Mérida dejaron las cosas en su sitio. Otro resultado hubiese permitido hablar de injusticia.


Me gustaba coger la escopeta de balines, apuntar a la bola negra y derribarla de un certero golpe de gatillo. Lo hacía en las fiestas de San Marcial y cuando nos llevaban al Monte Igueldo  a pasar una tarde llena de sorpresas. Mi puntería era buena y solía llevarme algo a casa. Ayer me acordé, sin embargo, de aquellas atracciones en las que los premios eran buenos (perrito piloto, chochona o jamón de origen inconfesable). Por mucho que apuntaras, por mucho pulso con el que agarraras el arma, el tiro salía a suficiente distancia como para no romper nada, ni pegar en la diana.

Ayer nos hicimos adictos al fallo como las trucadas escopetas de feria. La victoria fue justa porque hicimos todos los méritos para conseguirla. Pero chutamos a puerta con el punto de mira dislocado. Los otros puntos, los que valen, se quedaron en casa porque no podía ser de otro modo. Apuntó el entrenador por mirar hacia arriba de salida, dejando a Pep Martí con dos lugartenientes quienes, después de coger el sitio, subieron balones y se incorporaron hasta los dominios de un bien pertrechado Unai Alba.

Poco antes del descanso, a Pep Martí le pisaron el pie derecho dentro del área. Lo tiraron y el destino debió ser el punto de los once metros del penalti. El trencilla se decidió por sacar una amarilla acusándole de simulación. Nos repusimos un poco tras el descanso hasta que llegó el despiste, o falta de intensidad y concentración. Sendoa nos clavó el aguijón. Pasamos malos minutos, pero el banquillo movió ficha con Díaz de Cerio, Delibasic y Uranga, tres flechas para hacer blanco. ¡Diana!. Los goles subieron al marcador más tarde de lo merecido. Justo cuando el partido podía entrar en barrena y la situación también.

Lillo, en pocas sesiones de entrenamiento, apostó por la modificación inicial, ofreciendo a Fran Mérida la ocasión, que no desperdició, para demostrar su valía y eficacia. Los laterales subieron lo que quisieron y la sensación ofensiva fue una constante, incluso a la hora de defender corners o faltas, en las que el equipo se mostró versátil, tanto en el marcaje zonal como en el individual. Fueron parte de un llamado nuevo estilo, aunque lo prioritario sea ganar y sumar puntos, a ser posible de tres en tres.

Hemos pasado los 50. Ante nosotros un calendario en el que los rivales dan lo mismo. Cada partido es un mundo plagado de dificultades. Queda aún un largo trecho, pero ver a los realistas abrazarse al final del partido, en una piña, confirma lo que todos sabemos: el vestuario está unido. Cuando eso pasa, lo que falla la escopeta lo resuelve el corazón.

Iñaki de Mujika