elbeaterio.es

¿Por qué las calles de Cádiz se llaman de dos maneras?

He vuelto de Cádiz "comme ci, comme ça". El empate sabe a poco, porque nos hacía falta una victoria. Quedan cinco jornadas para qué todo concluya. En la "Tacita de Plata" me ha pillado un toro bravío. A mí y al torrente de seguidores realistas que se han dado cita aprovechando el viaje. Mogollón de gente. Saben lo que vale un peine.

Llegamos la tarde del sábado. Cumplimos con nuestras obligaciones profesionales y salimos a cenar. Sol y sombra, porque el Sporting ganaba en Tenerife y el Málaga sucumbía en su campo. Llamé a Diego Rivas por ver si nos recomendaba algo especial. No respondió. Ramón de Quintana, cinco años en la plantilla cajista, nos recomendó ir a la Calle Zorrilla y decidirnos por "Castillo". A pies juntillas.

El taxista nos llevó por calles estrechas hasta la Plaza Mina. Una casa con dos placas (Calle Zorrilla y Calle del Puerto). Se le conoce más por el primer nombre es una calle corta que desemboca en la Alameda de Apodaca. Una cerveza en la esquina, sin tapita. Pasamos junto a la Cruz Blanca y Cumbres Mayores. Preceden a Castillo. Es un establecimiento pequeño, con una barra y cinco mesas. No reservan. Llegas y te sientas si hay sitio. Había. Sólo bebimos cerveza. Jamón. Otra, de jamón. Aretes de calamar con un picadillo en su interior bastante logrado, Pimientos rellenos y una Chuleta de Retinto con bien de patatas fritas.

Como nos olfatean que da gloria, el dueño se nos vino a la mesa. Nos dio palique y de repente se calzó una txapela negra, un pañuelito rojo de San Fermín y una camiseta firmada por el Deportivo Alavés. De esa guisa, nos trajo un plato de queso de la tierra. Fuerte y lleno de sabor. No hay café.

Lo necesitábamos y lo encontramos en una taberna irlandesa, animada con gente de todas las edades. Cortadito y un gin-tonic. Luego, otro. En la mesa de al lado cuatro chicas jóvenes, dos de las cuales se picoteaban sin freno. Joder, que comienzo. Después, caímos en otro. Tanto en el primero como en éste, notamos la presencia de muchos guiris, incluso vimos una oriental ¡rubia!. Antes de que cayeran otras dos copas. Como todo el mundo te habla de "Pópulo", intentamos dirigirnos hacia la zona. Pegadito al ayuntamiento. Nos encontramos a cuatro tíos. Preguntamos. ¡Son de Ataún y Lazkao!. Nos conocen. Nula orientación. Estamos frente al Ayuntamiento, "La casa de Teófila". Pegadito, un letrero: "El Pópulo". La primera, y ,para mí, la última estación, nos detuvo en la Calle Posadilla. Entramos en la taberna "El teniente Seblón", un minimalista lugar en el que cae el quinto copazo, junto a cesto de palomitas de maíz. Nos vuelven a conocer en dos grupos. Son las tres de la mañana y como aquello apunta a "catástrofe", trinco un taxi y al hotel. ¡Que noche, que sofoco, que sudada!.

La mañana del domingo se mostró resacosa. Ni buffet de desayuno, ni aperitivo, ni nada. ¡Agua!. Me espera otra vez el centro. Quiero entrar en la catedral, pero pretenden cobrarme. Me doy la vuelta. Mucho turista en grupo. Opto por la iglesia de Santa Cruz. Me encanta. Allí se guardan buena parte de las imágenes de la Semana Santa de Cádiz. Tronos y pasos de palio. Me gusta. Recorro de día las calles de la noche. ¡Qué poco parecido!. Paseo por la playa. Sopla mucho viento. Me encuentro con Lillo y algunos más de la camada realista. Charlamos. Me dedico luego a preparar el partido, a estudiar al rival.

"La despensa" nos espera. Pico un poco de jamón, unas coquinas, unas gambas y un café. No quiero más. Se llena hasta los topes. Gente que espera, sin desesperar. Agradecen que nos levantemos. Coincidimos allí con Ramón de Quintana. Está con la familia. Cenaremos juntos después del partido. Me tomo un par de cafés, porque los encuentros del Carranza son espléndidos de ambiente. Hay que dar la talla. Me crezco con el gol de Iñigo. Luego, caemos en barrena. Nos enchufan dos. Reaccionamos. Nivelamos y nos guindan un penalti como la copa de un pino. Miranda Torres no se atreve a pitar en el descuento la máxima pena. ¡Que pena!.

Me recogen en el hotel. "El faro", en el conocido barrio de La Viña, es el destino. Ramón, su esposa Eva, y yo disfrutamos de una velada excelente. Cerveza con limón. Agua y más agua. Empiezo por el final, porque el "Canutillo de almendra relleno de chocolate negro y blanco" me supo a gloria. Antes, una carne exquisita, hecha en la misma mesa sobre un plato caliente de barro y su guarnición. Precedió una "Tosta de anchoas y boquerones sobre alboronía", además de una "Friturita de queso y puerro con salsa Pedro Ximénez", aunque lo primero que llegó a la mesa fue una "Ensalada de pulpo a la mostaza antigua". Un cortado.

La animada conversación me permitió conocer que el próximo 30 de junio, Ramón de Quintana, a sus 36 años, colgará las botas. La suya ha sido una carrera profesional impecable (cantera del Barça, Figueres, Osasuna, Mérida, Rayo Vallecano, Cádiz). Central, a su manera. Le descubrí un día y desde entonces todo ha merecido la pena. Si algo le debo al deporte y al fútbol, es haber conocido gente tan magnífica y entrañable. ¡Persona, con mayúscula!.

Iñaki de Mujika