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¿Qué más nos puede pasar?

El partido de ayer en Mendizorroza contaba con todos los alicientes para ser como un rojo clavel reventón. O si lo prefieren, como una rosa roja de pasión. Pasara lo que pasara, unos u otros iban a abandonar el terreno con cara de desolación. Lo mismo, pensando en la grada y otro tanto en las cabinas de prensa. Olía a final porque era una final. Lamentablemente para nuestros intereses, los que salimos del campo con cara de póquer fuimos nosotros.


Contábamos con cuarenta jornadas para desembocar en la capital y disputar un encuentro de tocada de polainas y no de drama para los dos. Ambos equipos habían dispuesto de muchas oportunidades previas para hacer los deberes dos domingos antes del final, sin ninguna tensión. Debería haber sido una confrontación de vasquitos y nesquitas , de ésas que Goya empaqueta a cientos en sus dulces cajas. Pero el destino, la incapacidad, o lo que sea, nos preparó otro plato bien distinto. Ácido y amargo al mismo tiempo.

Por si no llevábamos carga, la noticia publicada en nuestra portada del sábado remató la faena, removió cimientos y lo que te rondaré. ¿Denuncia con pruebas y corpus delicti ? El presidente Badiola reforzaba las informaciones con una comparecencia oficial en la página web del club. Es obvio que en esta temporada el maremagno de primas a terceros, maletas, maletines, portafolios, baúles, propuestas de futuro, carantoñas, shirris , besuqueos, arrumacos, compras, recompras… está al orden del día. Pero hay una parte que nos obliga y corresponde. Es la del propio equipo. La de su respuesta afirmativa. ¿Qué más nos falta?

Quedaba el tramo final del descuento de ayer. En el 92′ éramos los segundos de la tabla, con pie y medio en Primera. Tres minutos más tarde, sin que aún sea capaz de digerirlo, nos vimos en la puerta del abismo. De la gloria, al sofocón. A esta hora, echo en falta las ocasiones perdidas, los momentos estelares con los que haber cerrado el marcador y pensar en cosas bien distintas. Pero, desde hace bastante tiempo, el sino de nuestro equipo es sufrir y reventarse en desánimo. Hace un año salimos entre lágrimas de las gradas de Mestalla. Ayer no me atreví a bajar a vestuarios. No por mí, sino por ellos. Mal trago. Nos falta un partido para terminar la travesía de este año. Queda creer en milagros. Más que nunca. Ganar al Córdoba y esperar. Si llevamos así toda la temporada, por una semana más… Visto lo visto, ¿qué más nos puede pasar?

 

Iñaki de Mujika