La Expo de Zaragoza debe ser muy importante para algunos y bastante menos para otros, entre los que me incluyo. Sobre todo, después de haberla recorrido durante más de seis horas, bajo el tórrido sol de julio. No iba con una idea preconcebida. Deseaba comprobar "in situ" qué era aquello con lo que poder salir satisfecho de la experiencia. A esta hora, pasados unos días, no encuentro demasiados elementos de júbilo.
En estos sitios funciona "radio macuto". Corre la voz sobre aquellos lugares que no debes perderte. Lo memo es creérselo. A raíz de esa infamia se forman colas espectaculares que impiden en una jornada poder conseguir, por ejemplo, entrar en el aquarium de agua dulce. El primer pecado (luego llegaría Rusia) lo cometí con México. Un ratito, de pie y a la sombra, antes de conseguir acceder a un recinto en el que con cierta dosis de calidad, te ofrecen unos vídeos sobre el país y la naturaleza. Debes mirar al techo, garantizándote un puntito de tortícolis. Ni pizca de gracia y cierta sensación de idiota.
Luego, países y más países. Me dio por Asia. Cuando menos, ciertas curiosidades, algún buda y tiendas en las que comprar lo que te apetezca. Me animé en la India por una discreta corbata de seda natural (15 euros) que, luego lo confirmaré, puedo calificar como precio regalo. La curiosidad me abrió las puertas de Vietnam, Thailandia, Indonesia…y China. Entré, una vueltita, y a la salida, ¡oh sorpresa!, una minitienda con gorras, llaveros, camisetas y otras alegorías de Beijing 2008. Confieso que me acordé de Badiola y pensé ¿serán así nuestras tiendas aeroportuarias?. Sonreí.
Después de Asia, las autonomías nacionales. Joder, ¡qué cutrez!. Me dio vergüenza Euskadi. Unos paraguas colgando del techo. Te metes debajo (en alguno tocas con la cabeza), aprietas un botón y surgen unos vídeos que te vuelven a descoyuntar las cervicales. ¡Pavoroso!. Cerca de la una del mediodía era obligatorio hacer una "paradinha" y recuperar fuerzas. Bajo los pabellones autonómicos, todas las comunidades cuentan con un lugar para el refrigerio. Nos decidimos por el nuestro. Mientras nos sentamos y cerramos la propuesta, me acerqué al chiringuito andaluz. ¡Un salmorejo, por favor!. Me lo sirvieron de inmediato, frío, en vaso de plástico de feria. ¡6 euros!. Recordé a Jorge Cortés, el jugador de balonmano que militaba en el Pozoblanco cordobés, quien un día en la Plaza de la Corredera tomando el aperitivo en la ciudad de La Mezquita eligió para invitarme esa sopa fresca con aire de gazpacho.
Ya en Euskadi nos bebimos un par de botellas de Sidra Zapiain al módico precio de ¡10 euros cada una!, en tanto que los modestos pintxos de tortilla o txistorra cuestan en caja dos euros. Pega el sol que te mueres, los grados y el cansancio se notan más y los pies se te van hartando de andar, de ir de aquí para allá, parando, arrancando…Antes de comer, África. Unos cuantos pabellones y al restaurante de Italia. Siempre los italianos son socorridos!.
Se me ocurrió pedir una botella de Lambrusco rosado, un vino de la Emilia Romagna que se sirve frío y que ensambla un puntito de aguja, algo ácido y un toque de dulzor que termina por entrar fácil. ¡20 euros en la factura!, cuando su precio en tienda no alcanza 5 euros ni empujando. El plato (ración normal) de spaguettis carbonara o bolognesa (15 euros). Un café normal, 2,50 y si es capuccino, 3. ¡Toma crisis!.
Si comes mucho, a la tarde no te meneas. Así que tocaba arrear. Va todo muy deprisa porque se forman colas para almorzar y la estancia en mesa es corta. La sesión vespertina se inicia en Ruisa. Un poco de espera y adentro. Es uno de los pocos lugares en los que hay un anfiteatro, con asientos. Proyectan una hermosa película de 10 minutos sobre el valor del agua en nuestras vidas. Interesante. En Andorra esquías y andas en bici virtualmente. Luego, Suecia. Fantástico. La madera, como elemento básico de su proyecto y un alce disecado espectacular. En Austria, si quieres puedes bailar un vals con una señorita rubia que cada diez minutos actúa y necesita un voluntario que le acompañe en una burbuja frente al público que en ese momento visita su instalación. Francia, hermosa y muy delicada. Italia, Turquía, muy sugerente a través de su historia, y El Vaticano que cuenta con un recorrido lleno de arte, incluido un Greco original.
Podría relatar hasta aburrirme. El agua, elemento-razón de ser de esta Expo, no está muy presente a simple vista. Cruzamos el Ebro montados en telesilla, pocas fuentes y cascadas a la vista. Incluso se suben no sé cuantas escaleras para ¡ver una gota!. El auditórium que hace poco contó con los jóvenes de Operación Triunfo ofrece actuaciones nocturnas. Pero aguantar allí más horas se hace imposible. Treinta y cinco grados, grupos y grupos de gente, "jubilatas" a los que marean de un lado al otro… A Zaragoza y a la Expo se llega fácil. Todo está perfectamente señalizado. Medidas y controles de seguridad. Muchísimos voluntarios, azafatas…Una experiencia para poder contarla, pero poca cosa más. O si lo prefieren, mucho ruido y menos nueces.