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Correcalles por la Avenida de Francia

5ª Jornada: Real Sociedad-Alavés (1-1) 

Me gustaban los correcalles del 60 en fiestas de Irún. Con la tamborrada y la banda de música sonando sin parar, la gente bajaba y subía sin desmayo la Avenida de Francia, ahora de Iparralde, después de acercarse hasta el Puente Internacional para que los franceses escuchasen que estábamos de juerga. Entonces, mandaban los generales. La frontera la defendían los carabineros y en las garitas se hacía guardia. De aquello, hoy no queda nada.


Las cuadrillas aprovechábamos el jolgorio para agarrarnos de la mano y correr al son de la formidable música que sonaba con entusiasmo. Era una forma de hacer manitas, de modo sudoroso y poco erótico. ¡Para qué nos vamos a engañar!. Lo de ahora es otra cosa. Los chicos y las chicas se agarran de la mano en el parvulario, se dan un beso cuando la comunión y aquello de jugar a médicos, papás y mamás, termina donde termina antes de aprobar el COU, la ESO o lo que se tercie.

 

Pero aquellos correcalles en las vísperas del día grande de San Marcial me fascinaban. Mucho más que el partido de ayer. Me pareció ver un encuentro de aquí y de allá con rumbo poco definido.. Adelante, atrás, como en la yenka, pero con música desacompasada. Si el primer tiempo pasó con nota hasta el empate, el segundo desafinó bastante, sin que apareciera un solo futbolista capaz de manejar el arpegio en condiciones de agradar. Idas y venidas, con el balón gritando auxilio y pidiendo un director que coordinase un grupo de solistas que iba a su bola.

 

Llegué al campo con la mosca detrás de la oreja. Y pese a que Lillo trató de enmascarar la ausencia del postinero Xabi Prieto, se intuía una mengua de calidades, entre otras cosas porque no hay sustituto natural, ni jugador que se aproxime a sus gollerías. Y eso que Estrada se esforzó al máximo por ser eficaz desde la posición adjudicada.

 

El gol de Sergio abrió la puerta a un partido ilusionante que la lesión de Elustondo cerró de modo brutal. El beasaindarra es otro jugador con criterios de creación. Era mucho ceder al oponente, porque los alrededores de Lillo en el banquillo no disponían de futbolistas con perfil de grandes maniobras. Pese a todo, el partido debió haberse cerrado mucho antes de que empataran los alaveses. Sin embargo, el cañón de la escopeta anduvo despistado, apuntando mal y disparando con cartuchos de posta. Como en los sanmarciales, pero sin la buena música que exige un correcalles…

 

 

Iñaki de Mujika