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La Puda, en el puerto de Tarragona

El único rato sin lluvia coincidió con el mediodía del primer día de noviembre. Tarragona nos recibió con viento y lluvia. La despedida no cambió el panorama, pero en medio aprovechamos la tregua para patear el centro peatonal de edificios romanos, así como la catedral. Lo escribí una vez y lo repito ahora. Esa catedral "tiene algo". Se apuntó al viaje Gorka Zelaia, contertulio en los programas de radio y televisión. Dio suerte, porque coincidió la primera victoria realista lejos de Anoeta.

 


La noche del sábado picamos un par de birras y calamares en Lizarrán, que responde bien a la demanda ciudadana. Cenamos pasta italiana en Tagliatela y la única copa la compartimos en una especie de taberna irlandesa llena de colores rojos y negros, dispuestos para la noche de Halloween a la que no saco la gracia por ninguna parte. Como todos estábamos medio muertos y con poca ganas de zambra, la retirada se produjo bastante antes de lo habitual.

Queda dicho que el día de Todos los Santos aguantó hasta la noche sin soltar agua. Si esto sucede, la visita al puerto pesquero en El Serrallo es obligada. Unas cuantas terrazas al borde del mar, junto a los pequeños barcos que los pescadores utilizan para su trabajo, permiten que el Moll des Pescadors acoja a la gente que, sin prisa, acude al lugar para charlar, leer periódicos o simplemente disfrutar del espacio tranquilo que diseña el paisaje de casas y silencio.

La última vez no elegimos bien. Esta vez fuimos directos a "La Puda". Se suele abarrotar, pero entre la crisis, la falta de sol y noviembre, encontramos pronto mesa y con la misma rapidez decidimos el menú. Todo para compartir. Unas gambas a la plancha (gambones) y un arroz a la marinera nos bastaban. ¿Cuántas paellas se habrán cocinado en esa casa?. Nos ofrecieron tres opciones y fue el maître quien nos ayudó para no equivocarnos. Rica, sin sobresaltos. Hermosa ración para cada uno y segunda vuelta hasta que no quedara nada. Cervezas en la mesa y unas aceitunas de la casa para que la espera sea lo menos dramática.

Se nota que la casa acumula tradición, porque el servicio es experto, cordial y atento, cosa que me gusta destacar. Disponen de dos comedores amplios, con distancia suficiente entre las mesas, para unas 130 personas. Los postres, por cierto, no coincidieron. Desde el helado, hasta la crema catalana, pasando por un flan flambeado de ron que fue el antojito del menda. Café, por supuesto. Precio razonable y buenas sensaciones generales.

Datos de la ubicación

La Puda
Moll Pescadors, 25
Tel. 977 21 15 11

Tarragona

Iñaki de Mujika