El nuevo consejo de la Real Sociedad rige la institución desde las pasadas navidades. El suyo es un recorrido corto. No pasará, según sus propias palabras, junio del 2010. Es decir, queda un año por delante en el que tratar de equilibrar las cosas y convertir en normal aquello que no lo es.
Desde el principio todas las fuerzas parecen haberse dedicado a resolver la situación económica a través de un plan de viabilidad que haga posible el futuro. La amenaza de la Ley Concursal y la deriva hacia una liquidación del club pesan como losa en el día a día de la institución. A un presupuesto razonable (12 millones de euros por ejemplo) se unirá un ERE (Expediente de Regulación de Empleo) que afectará a trabajadores del club que dejarán de serlo en un corto espacio de tiempo.
Aquí también se debate si afectará a la cúpula (es decir, a los empleados que cuestan más) o a quienes realmente no suponen una fuerte rémora en las finanzas de la sociedad. El Consejo se verá a corto plazo entre la espada y la pared cuando deba decidir definitivamente.
Como se comprueba, de fútbol no he escrito una línea. Los responsables actuales parecen haber abandonado esta parcela a favor de la otra. Sólo así es posible entender que aún no se haya llegado a un acuerdo con una persona que se responsabilice y lidere el proyecto de Zubieta, hoy por hoy, bastante abandonado a su suerte. En el camino y se han dado "noes" y calabazas.
La única disposición rauda se pudo producir tras el partido en casa ante el Sevilla Atco. La Real venía de perder en Mendizorroza. Ultimatum. El capitán Aranburu, ocho minutos antes del final, salvó la cabeza de su entrenador. Las discrepancias en el equipo directivo entonces se pusieron de manifiesto sobre la mesa de reuniones. El cese del técnico hubiese significado la contratación de Martín Lasarte, que ya era el candidato.
Pero, un mal recorrido, desde la jornada 27 al final, conllevaba riesgo, porque la traducción inmediata era la pérdida de dos técnicos: el cesado Lillo y el "quemado" Lasarte. La reacción contra los mandatarios no hubiese tardado en producirse. Se impuso la lógica y el entrenador tolosarra aún sigue en el banquillo. Le quedan cuatro telediarios. En ellos tratará de convencer a su gente que a mayor número de victorias, más puntos, mejor clasificación y alto listón con el que hacer menos justificable el cambio de preparador.
Juanma Lillo ha sido tozudo en algunas cosas y ha cometido errores, pero en el otro lado de la balanza pesan bastante otras muchas cosas. Por ejemplo: las graves lesiones de Díaz de Cerio, Elustondo y Mikel Aranburu, las bajas significativas de Xabi Prieto, Ansotegi, Sergio…Frente a los refuerzos en el invierno del 2008 (Pep Martí, Nacho, Victor Casadesús), ahora sólo llegó Abreu.
El míster conoce las maniobras desde hace tiempo, porque no es tonto y aquí te enteras siempre de todo. Su comparecencia del viernes lo deja claro:
"Cuando llegó al club el Consejo actual, me senté con ellos y les dije que yo no quería continuar de técnico sólo por ser el que ya estaba cuando entraron en la Real. Ahora les he vuelto a decir lo mismo. A mí me gusta estar en un sitio donde me quieran, y donde resulte importante para la gente. Los contratos no son problema. Yo cobraría hasta el último día trabajado, y a partir de ahí nada de nada".