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Un lujo al alcance de pocos

Las palabras, por mucho que existan en los diccionarios, no son capaces de expresar todo aquello que aflora a través de los sentimientos. Estos nos pertenecen. Son nuestros y viven con nosotros. Muchas veces duermen en las profundidades hasta que un resorte les da vida y asoman como un niño que ve su primera luz. El domingo en Gal las vivencias se arremolinaron como locas por salir al exterior. Se pisaban unas a otras, ansiosas por compartir una realidad larvada en cuarenta y cinco años de espera. Las nuevas generaciones disponen ya de su momento estelar, el más grande desde entonces, la referencia venidera de la que sentirse orgullosos.


La alegría desbordada se la debemos a un grupo de gente seria y profesional, una plantilla capaz de sobreponerse a todos los avatares sin que su rendimiento sufriera menoscabo. La Copa, con la eliminación del Real Madrid, abrió el camino y marcó la senda a través de la cual se podía llegar al objetivo del ascenso. Misión cumplida.

Nadie dijo que fuera a ser fácil, porque los demás compiten con sus armas por lo mismo. Ante el Cádiz la decepción se instaló en el entorno, porque sobrevolaron los viejos fantasmas de las decepciones recientes. Sin embargo, el tirón del técnico, con la ayuda del psicólogo y el resto de su equipo de trabajo, dinamitó la incertidumbre y erradicó los miedos. Le ayudó notablemente el triunfo en Sabadell y la posterior eliminación de los arlequinados en un encuentro dramático. Aprendieron a sufrir y se prepararon para afrontar los dos encuentros ante un rival al que habían visto bastantes veces y que llamaba al optimismo.

Iñaki Alonso, pedazo de entrenador, respiró ataque por todos sus poros. Sacrificó a un jabato ejemplar como Jagoba Beobide para dotar al equipo de apertura por las bandas y pasillos interiores por los que atravesar la defensa madrileña. Uno, dos, tres…más dos anulados y varias paradas meritorias del meta visitante hicieron grande el plan. Muchas veces discutimos a los técnicos porque todos llevamos dentro un equipo, una alineación, una forma de juego…¡Esta vez, no. Imposible!.

El durangués hace ahora un año se lo pensó dos veces. O tres. Disponía de una oferta de la Leonesa que valoró hasta el final. Decidió quedarse. Modificó su forma de hacer las cosas y colocó al equipo en la rampa de salida con los motores revolucionados cuando el semáforo lucía bombilla roja. Desde el banderazo cogió la cabeza de carrera y no la soltó hasta cruzar la línea del éxito. Ha sentido cerca los pitones afilados de los toros que le rondaban, pero el capote de buena franela desvió todos los derrotes. Aguantó lo que le echaron. No era fácil.

El Real Unión abre ahora la puerta a un nuevo proyecto deportivo. Cuesta pensar en él sin este entrenador que ha demostrado con creces sus capacidades. Un lujo al alcance de pocos.

Iñaki de Mujika