Lionel Messi (Rosario, Provincia de Santa Fe, 24 de junio de 1987) renueva su contrato con el Barcelona hasta el año 2016. El apretón de manos con su presidente Joan Laporta y la firma con un bolígrafo del documento suponen para las dos partes un brindis al futuro. Txiki Begiristain, discretamente recostado en un sofá, asistía complaciente a la ceremonia y a la huida de posibles tentaciones. Nunca se sabe.
La renovación de Messi era prioritaria para el Barça, porque el argentino se convierte en el referente máximo de la plantilla. Eto´o ya no vive allí y Henry está más cerca de la despedida. Ibraimovich se propugna como la brújula atrayente que tratará de hacer buenos los chorros mágicos del fútbol que cree "la pulga", convertido en el mejor jugador pagado de la plantilla.
Su salario enloquecería a cualquiera, porque va a ganar la nada despreciable suma de diez millones y medio de euros por temporada, limpios de polvo y paja. Y si alguien perdiera el "oremus" se encontraría con una cláusula de rescisión cerrada en 250 millones de euros.
A partir de ahora se comprobará igualmente cómo se desenvuelve Messi en la presión mediática y social. Todo apunta a que se convertirá en el próximo Balón de Oro, el mejor jugador del mundo. Es su quinta temporada en el Barça. Aquel niño que alguien descubrió y se lo trajo a La Masía en 2001 cumplió en junio 22 años. Sin llegar a jugar aún doscientos partidos con el primer conjunto azulgrana, sus remates han tocado redes rivales en ochenta y tres ocasiones. Marca un gol cada dos encuentros.
Messi me gusta por su sencillez. Como si no estuviera, aparece cuando su equipo le necesita. Le basta atisbar una posibilidad, una renuncia o despiste en la defensa contraria, para reaccionar y atacar con las capacidades que le hacen diferente. Es un crack forrado de pasta y, esa pudiera ser su perdición si no responde bien a la pregunta ¿Qué va a hacer con tanto dinero?. Hay tantos perdidos por el camino…