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¡Yo, Claudio!

El meta de la Real se convirtió frente al Elche en protagonista del modo que nunca hubiera deseado. Su fallo dará la vuelta al mundo y es posible que a finales de año aparezca entre las imágenes divertidas que, a modo de resumen, recogen los momentos más inesperados del ejercicio. El portero chileno cierra así una semana que comenzó con unas declaraciones sorprendentes y que culmina con la jugada decisiva del partido..


Por un momento recordé aquella serie de televisión en la que se recogía la historia, aventuras, y desventuras del emperador romano del mismo nombre. Robert Graves escribió una novela "I Claudius" que luego vimos en capítulos con Derek Jacobi en el papel principal. "Yo, Claudio" enganchaba, del mismo modo que ahora disfruto con "Los Tudor". El otro Claudio, Bravo, abrió entre semana su corazón para expresar sentimientos y decirnos a todos que: "A veces me siento cuestionado. En algún sentido, no me siento respaldado. El que está jugando soy yo y siempre están poniendo por qué no juega otro".

Nos lo pone a huevo. Cuatro días después canta como los ángeles y protagoniza una antxoa  inolvidable. Si debo sincerarme, les cuento que la conversación personal más larga que he tenido con él no ha superado en tres años un minuto de reloj y que no he sido capaz de conseguir una entrevista cuerpo a cuerpo desde que llegó de su Chile natal. Dicho lo cual, dejo claro que me parece un porterazo. Creo que la balanza de aciertos supera con creces a la de errores. Sinceramente estimo que tiene el punto de mira desviado, porque la mayoría de medios de comunicación y aficionados jamás le han negado ni el halago, ni el reconocimiento.

Es más. Cuando renovó su contrato hizo unas declaraciones ejemplares. Las aplaudí. Mostraban a un individuo sensato, apegado al equipo, respetuoso con lo que la entidad ha supuesto para él y para su progreso como deportista. En el tiempo es uno más de esos grandes jugadores que defendieron la camiseta realista y contaron con el apoyo total de los aficionados. Karpin, Kodro, Kovacevic, Juan Gómez, Aldridge, Oceano, Carlos Xavier…son algunos de esos futbolistas de los que nadie dudó. De él, tampoco.  Supongo que al dar este paso propicia una puntada con hilo. Sabrá por qué y para qué, pero, a mí, sinceramente me desconcertó.

Lo mismo que todos los sucesos que derivaron de su error. El penalty, la expulsión, el otro penalty, la otra expulsión, la sombra alargada de Xabi Prieto, los miedos que de su ausencia se derivan, determinaron un partido raro que congregó a veinte mil aficionados en las gradas de Anoeta. Incluso quedé boquiabierto cuando Diego Rivas en sala de prensa afirmó que el entrenador visitante quiso agredirle en el túnel de vestuarios después de acabar el encuentro. ¡Y no hacía viento sur!

Esperaba otra cosa, pero esto es fútbol. Cada partido responde en parte a las cosas preparadas y entrenadas, pero surgen muchas veces elementos no previstos en el guión. Cuesta a veces superarlos y darles la respuesta adecuada. Hace falta consistencia, confianza y fortaleza. Lo mismo que aquel emperador al que tanto le costaba hablar. A veces, son mejores los silencios.

Iñaki de Mujika