Un domingo de primavera paseábamos varios periodistas por el Parque de María Luisa. El cielo de Sevilla estaba azul y el sol lucía en todo su esplendor. Desde que pisamos la Plaza de España fuimos objeto de persecución por bastantes mujeres que se empeñaban en vendernos una ramita de romero. Cada metro, cada paso…¡Señorito, cómpreme la ramita que trae buena suerte!. Así, una, dos, tres, veinte. Esa tarde jugábamos en el Villamarín (ahora Lopera) contra el Betis. Era un encuentro importante porque luchábamos por un objetivo.
Eran muy pelmas. Nos dieron tanto la lata que por quitárnoslas de encima, por no seguir oyendo la misma cantinela, terminamos cayendo en su constancia y comprando los cuatro enviados especiales la susodicha ramita de romero, por si acaso era ciertamente de la buena suerte. Supongo que pagamos un euro por cada una. Dieron las cinco de la tarde, los realistas saltaron al campo y los verdiblancos nos enchufaron tres goles como tres soles y nos volvimos por donde habíamos ido. Desde entonces, ni ramita de romero, ni el amuleto de la buena suerte, ni superstición que se parezca.
Me gusta más la margarita. Puedes jugar con sus pétalos como aquellos enamorados que los arrancaban con cuidado. ¡Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere…! A medida que se acercaba el final, el corazón aceleraba su ritmo en busca de la última respuesta. Cuando salía el "sí", un beso sellaba la fidelidad. Probablemente el entrenador realista no pierda el tiempo en regar demasiado su jardín, sobre todo por lo que llueve, pero ayer reconoció que a veces la suerte le sonríe. La Real empató a la desesperada, a la heroica, con una chilena de Labaka que me reconoció que hubo un punto de churro en su remate, del mismo modo que todos los goles valen lo mismo y el de anoche debe pesarse como el oro.
Martín Lasarte se enfadó hace unas semanas un domingo después del partido, asustado por el exceso eufórico del entorno. Ni estábamos entonces, ni estamos ahora en Primera División. El partido de ayer es ejemplar, porque enseña que no puedes bajar la guardia ni un segundo, que del 1-0 se pasa al 1-2 en un par de lances y sólo, porque la actitud intachable del equipo es una realidad no quimérica, llegó el empate. En otro tiempo no lejano a estas horas habíamos hecho kale y la castaña del Hércules ante el colista no serviría de nada, ni siquiera para levantar la moral.
Justo antes de jugarse estos dos encuentros seguidos de Anoeta, andaba el beaterio haciendo cálculos y sumas. "Si ganamos los dos, alcanzamos cuarenta y ocho y prácticamente entramos en recta final cuando queda una vuelta entera" se decían los seguidores. Pero los seis se quedan en uno y nos enseñan que deberemos seguir partido a partido, dejándonos la piel en cada envite. Lo demás son imposibles, Lo mismo que esa copla sevillana que se canta en las tierras de María Santísima: "Sueña la margarita con ser romero, para ir con la Virgen en el sombrero".
Nota: ¿Alguien sabe cuando va a dejar de llover?. Es por tender la ropa.