Nada más llegar a Murcia hice camino hacia la céntrica Glorieta de España, muy cercana al Ayuntamiento. Buscaba el autobús 816 de la línea 2. Sale y llega del lugar que oye el lento murmullo del Segura, el río que serpentea con poca agua. No iba a subirme, no quería moverme a ninguna parte. Sólo quería ver y oír. Traté de encontrar a la reina del siglo XVII que ahora protagoniza, sin su consentimiento, un polémico proyecto cultural. La artista Carmen Molina ideó un cuerpo de mujer entre contrastes. La cabeza es el rostro de la egregia señora que pintó Velázquez. Le incorpora un cuerpo escultural que se muestra en todo su esplendor, incluido un retoque en el vello púbico. No hay una sola gasa que vaporice las formas y oculte lo menos espiritual. Se oye y escucha de todo, cuando el rojo vehículo se detiene. Gusta y se repudia, que para eso están las opiniones.
Choca mucho el proyecto de esta Bienal con la historia. La reina no llevó vida disipada. Antes bien, su leyenda se acerca más a los milagros que al desvarío. Han pasado más de 30 años desde su muerte. El Barón de Baumgarten narró las últimas horas de su vida:
"Doce menos cuarto de la noche, cuando más visible era el eclipse de luna, falleció la Reina. A las cuatro de la mañana se abrió el testamento, y después se expuso el cadáver en el estrado. El domingo lo trasladaron a El Escorial con la pompa de costumbre. Mucha gente pudo ver, al sacar el cadáver de la caja mortuoria, una paloma estuvo revoloteando buen rato. Una monja que ha servido en el cuarto de la Reina difunta, al conocer su muerte, pidió un recuerdo de ella, y le dieron una de las camisas de noche de Su Majestad. Esta monja, paralítica desde que entró en el convento, metió la camisa en su cama, y a la mañana siguiente amaneció completamente curada".
Hoy, Mariana de Austria circula despelotada en la parte de atrás de un autobús rojo que recorre las calles de Murcia. Los niños y las niñas, padres, madres, jóvenes, ancianos, señoras, políticos y turistas se asombran ante esta realidad. Lo mismo que el Conde Duque de Olivares, que ha perdido su caballo y cabalga sobre una lata de cerveza en otro vehículo que llama la atención, pero menos. Todo se da por bueno con motivo de la Bienal de Arte Contemporáneo PAC.
No tuve reaños para preguntar ayer a los realistas después del partido si habían podido ver las imágenes referidas. Sumergidos en las cuatro paredes de una habitación, los jugadores suelen dedicarse a pensar cómo resolver los problemas que cada partido plantea. En La Condomina surgieron demasiados.
Antes del segundo tiempo, el míster debió realizar dos cambios por sendas lesiones cuya alcance puede complicar el panorama. El empate, el poco fútbol, la falta de oportunidades desnudaron al equipo. Les puso medio en pelotas. No en la trasera de un autobús como a la reina, sino en un malsano césped. Empate y demos por bueno el punto.