La selección francesa de fútbol volverá pronto a casa después de su derrota ante México por un indiscutible dos a cero. Los pupilos de Domenech, y él mismo, han ofrecido una imagen paupérrima en este Mundial de Sudáfrica. Hasta tal punto que su próxima comparecencia ante el equipo anfitrión de Sudáfrica puede ser testimonial. Basta que Uruguay y México empaten para que los dos equipos sudamericanos alcancen los octavos. Si pasa lo que tiene que pasar, Francia no disputa los octavos.
El asunto no sorprende a casi nadie. En el pais galo nadie cree en su seleccionador, ni sus propios directivos. Hace tiempo que las desavenencias se instalaron en el grupo, tanto en la relación de algunos jugadores, como en el día a día con su técnico. De este modo, de aquel equipo que con Zidane al frente lo ganaba todo, se ha pasado a una sombra que anda desalmada por el césped del campeonato.
No hay por donde agarrarlo. El desafuero ha llegado a tal nivel que pocos días antes del comienzo del Mundial, la Federación Francesa de Fútbol hizo público el nombre del futuro seleccionador, quizás para motivar a los futbolistas y anunciarles un futuro mejor. La resultante no ha sido la que se pretendía, porque al cuadro galo le falta pasión, alma y liderazgo. Henry, sumergido dentro de su chandal y cubierta la cabeza con una capucha, asiste despavorido al espectáculo. La prensa arremete sin tregua ni respiro contra la situación y los jugadores no comprenden algunas decisiones de su técnico.
Asistimos a un nuevo "laissez faire, laissez passer", que es algo así como "ya vendrán tiempos mejores" que hagan olvidar los actuales. Sin Domenech, evidentemente, porque al técnico hace tiempo que lo mataron. La entrevista posterior al partido en el que México les derrota fue elocuente (TF1). El ambiente se cortaba con cuchillos. Las preguntas y respuestas laceraban.