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Heridas de guerra

Pocos días después de que la Real Sociedad quedara subcampeona de liga (2002-2003) recibí una llamada de Paco Ayestarán, preparador físico y mano derecha entonces de Rafa Benítez, entrenador del Liverpool. Solicitaba información sobre Xabi Alonso. No de la parte deportiva que la conocían, sino de la otra, la de los valores. Querían saber acerca de su vida personal, su disciplina, su condición humana, la forma de ser…Desde la confianza, conocí entonces el interés por ficharle y el estado de las negociaciones.


Inmediatamente después, envié un mensaje al futbolista para explicarle la conversación y, de paso, comentarle que estaba al corriente de todo el proceso. En aquel momento las cosas no parecían demasiado fáciles. El lo sabía. Semanas más tarde se cerró el acuerdo y continuó una triunfal carrera que, a nivel personal, cuenta con una Champions League, una Eurocopa y ahora un Mundial. Pertenece además al "top ten" de los jugadores internacionales con la selección española, ocupando la novena posición con setenta y seis partidos y nueve goles conseguidos. Es de largo el futbolista guipuzcoano con mejor curriculum. Le falta, eso sí, una liga.

Le admiro por su forma de ser. Normal como la vida misma. Aunque haya mil padres que se quieran colgar medallas, la única realidad es que pertenece a una familia que ha vivido el deporte y la educación como parte importante de su formación integral. Nunca una mala palabra. Nunca un mal gesto. Y fiel, muy fiel a los sentimientos. Los suyos pertenecen a la Real Sociedad, aunque haya defendido luego otras camisetas.

Su aitá, Periko, marcó el camino que sus hijos han seguido convencidos. Así puede entenderse que, pese a pertenecer a la disciplina del Real Madrid, llevase colgada de su espalda, atada al cuello, una bandera del centenario realista. Inopinadamente alguien la hizo llegar al descapotable en algún momento del triunfal recorrido. La paseó por Madrid y la lució en el escenario en el que concluyó el homenaje. Quiso por propia voluntad que el club de sus entrañas no estuviera ausente del hecho histórico.

La última vez que nos vimos fue este año en Valladolid cuando iba camino de Salamanca. No estaba el horno para muchos bollos, porque hacía tres días que el Olympique de Lyon les eliminaba de la Champions. Hablamos de muchas cosas. Casi nada de fútbol. Sólo para referirse a Pellegrini al que valoró muy positivamente. Nos reímos mucho y como siempre correcto hasta decir basta.

Estos días nos hemos cruzado mensajes como tantas otras veces. En uno de ellos me intersé por el reloj rojo que él y muchos de sus compañeros lucen en su muñeca izquierda. Los relojesw me cautivan. El último de esos mensajes fue el más sencillo:: "Te lo mereces todo. Un abrazo".

Se ha hecho titular indiscutible, sabiendo convivir perfectamente con los mejores jugadores del mundo en la zona ancha en la que se crea y se destruye, en la que recuperas balón e inicias proyecto hacia la portería contraria. Cabeza fría, corazón caliente. Ha chutado sin fortuna y le han dado la patada de la historia del fútbol. Nunca jamás se vio nada parecido. De Jong le lanzó al pecho al puro estilo de la lucha libre una patada voladora que el árbitro Howard Webb debió castigar con la correspondiente expulsión. Pero el inglés no se atrevió y los tacos del borceguí del jugador holandés se clavaron en el pecho del tolosarra. ¡Feliz herida de guerra!.

 

 

 

Iñaki de Mujika