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Cal Xim, en la calle Girona (Barcelona)

Barcelona está pletórica en agosto. Luce el sol, las temperaturas son altas y las calles se llenan de turistas que pasean sin ocultarlo. Terrazas, tiendas, calles y plazuelas, estilos arquitectónicos, museos, gente sin prisa y restaurantes. David nos cogió en la puerta del hotel. Nunca preguntas. Te dejas llevar por la gente que sabe cómo y dónde se pisa en una ciudad de semejante calado.


Directos a un parking de la Calle Girona. En frente, en el 145, Cal Xim  (93 459 20 30). La casa originaria está en Sant Pau d’Ordal, pero hace poco más de un año abrieron en la Ciudad Condal. Jamás hubiera sido capaz de descubrir un sitio así. Cómodo, confortable, pequeño y amable. Hechas las presentaciones y saludado el personal, la mesa redonda comenzó a recibir sugerencias y realidades. Una birra para empezar a la que hacen compañía enormes guindillas (no picantes) con anchoas.

No hacemos asco a las propuestas. Llegan las croquetas, seguidas de unos deliciosos tacos de salmón y de un pulpo a la brasa que se ha puesto de moda, no sé si por el mundial de fútbol o porque el mercado lo ofrece como una posible y atrayente opción. Es que hace días en el Mamutzar de Hondarribia nos sirvieron uno, excelente, acompañado de fino puré de patatas.

Nunca había probado un calabacín relleno de brandada de bacalao. Gustó mucho en la mesa. Cerramos con un Entrecot de Nebraska. La sopa de Maracuyá estaba riquísima. Le quité un poco a Barru. Lo mismo que al helado de Gorka. Opté por un Milhojas de Albaricoque "delicieux" que dirían los franceses.

La comida fue regada por uno de esos cavas familiares, de especial sabor y tratamiento que se intuye diferente a la mayoría. Café y "periflux", expresión coloquial que significa lingotazo. La sobremesa se hizo larga y agradable, pero no tanto como para pagar doce euros de parking. Los precios de los aparcamientos en las ciudades son un auténtico escándalo.

Oscar, el maître (maestro de sala) nos descubrió su perfil perico (seguidor del Espanyol) y al enterarse quien era y a lo que me dedico, de inmediato saltó Raúl Tamudo a la mesa. Terminé hablando con su representante y queda en pie una invitación al futbolista para que se pase por allí que le van a cuidar mucho y bien.

En lugar de irnos a la reparadora siesta, buscamos con ahínco una tienda en la que no se hubiera agotado la cámara de fotos que deseaba. ¡El niño estaba machacón con el antojo!. A la tercera, precisamente en el recién inaugurado campo de Santa Coloma, encontré lo que quería. Con una Pentax en la mano, nos dimos una paliza de andar que terminé con agujetas hasta en la voz. Eso sí, bien comido y bien acompañado.

 

Iñaki de Mujika