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¡El hombre está lleno de debilidades!

Estoy sentado a esta hora en una mesa del aeropuerto de Palma esperando un avión que me lleve a Barcelona, en donde, si todo va bien, pernoctaré. Escribo rodeado de guiris de todas las edades, más bien mayores, cargados de bolsas, maletas, mochilas y paquetes. Muchos de ellos llevan ensaimadas. Yo, también. Acabo de comprarme una, rellena de cabello de ángel, y dos sobrasadas mallorquinas que tanto me gustan para untar en pan en cuanto llegue a casa. ¡El hombre está lleno de debilidades!

Los viajes tienen estas cosas. Además de asistir a un partido de fútbol, narrarlo e interpretarlo, estas excursiones pagadas ofrecen otras opciones que dulcifican las sensaciones que se derivan de lo que pasa sobre el césped. Vamos, en una palabra, que si te llevas un disgusto por perder dos a cero, debes buscar algún remedio que mitigue la decepción. ¡Son tantos años!

Después del puntapié de Pamplona, llegué a Son Moix conviviendo con dos posibles realidades. Si Martín Lasarte repetía equipo, libraba de culpabilidad a los que debutaron en el Reyno y perdieron. Pero, ello conllevaba jugar con fuego de quemar. Otra derrota con los mismos protagonistas haría sonar trompetas. Si el técnico decidía volver al clasicismo, de algún modo demonizaba a quienes se llevaron buena parte, como dirían los navarros, del "capacico de las hostias". En resumen, hiciera lo que hiciera, el entrenador realista no lo tenía fácil y la deriva de tres partidos en siete días, incluidas las rotaciones, podía sembrar dudas.

Como la lupa iba a mirar con mimo y celo, Lasarte optó por lo que consideraba más conveniente pasando por encima de diatribas y miramientos. Es decir, alinear a los mismos que brillaron frente al Madrid. Aquel día se debieron agotar los destellos porque el equipo de ayer en Son Moix fue más el último que aquel en que Mourinho nos elogió. Ahora, se trata de bajar del pedestal de la tontería, ponerse la pilas y arrear, porque no hay mejor ni más camino que ése. Ya sé que quedan 33 jornadas, pero convendrá no salirse del guión, ni olvidarse de la letra. Ayer regalamos un tiempo y un córner. La resultante, un viaje baldío y una sensación triste. Como si nos hubiera entrado la debilidad.

Apunte final: el sábado por la mañana fui a ver un partido de infantiles. En un equipo no pudieron alinearse unos cuantos chavales a los que no se les tramita ficha. ¿Por qué? Nacidos en Francia, hijos de padres españoles, que viven en Hendaia, con nacionalidad española, no pueden jugar "por extranjeros", pese a que tienen la misma nacionalidad que sus padres. Tampoco pueden jugar, por ejemplo, en la selección de Aquitania, porque les consideran foráneos. Resultante: unos cuantos críos de trece años, ninguno de ellos Messi, pertenecientes a varios equipos, no pueden jugar en ninguna parte. El asunto está en la FIFA y pueden pasar meses hasta que decidan. ¿Alguien puede hacer algo?

Iñaki de Mujika